Iker García (Aotech): «Vimos una oportunidad de negocio por los altos costes de la maquinaria de testeo de alimentos»

Iker García (Barakaldo, 1978) estudió ingeniería de telecomunicaciones y se doctoró en fotónica aplicada, que básicamente consiste en utilizar partículas de luz para medir cambios en cualquier superficie. Su objetivo actual, ya como emprendedor, es aplicar esta tecnología a diversas industrias, empezando por la alimentaria, que tiene que soportar los altos costes de la maquinaria de testeo actual.

Esto es lo más relevante que nos contó en la entrevista que le hicimos:

  • El nicho que explota la startup de García, Advanced Optical Technologies (Aotech) es el del control de la calidad alimentaria. Actualmente esta labor la realizan una serie de laboratorios que realizan el trabajo tomando muestras de forma aleatoria y que, en caso de detectar una anomalía, requiere la paralización de la producción. «Con la fotónica se puede analizar todo lo que está pasando por la planta. Se envían haces de luz para asegurarse de que el reflejo obedece a un determinado patrón algorítmico que indica porcentajes de grasa, proteínas, humedad y otros parámetros. Esto se hace en tiempo real y garantiza que el producto es igual hoy que ayer. Si hay una desviación, se detecta al momento», explicó.
  • García trabajaba entonces en una empresa de equipamiento para la industria alimentaria y su primera intención fue integrar la fotónica en su maquinaria. Tras hablar con algunos clientes llegó a la conclusión de que tenía más sentido crear una nueva startup que ofreciera la tecnología a compañías de tamaño medio como producto completo. «Recurrí al grupo de investigación universitaria en el que había hecho mi tesis, por lo que somos casi un spinoff. Ellos son los primeros que quieren que la tecnología salga al mercado porque habitualmente se queda en un artículo científico. En la universidad me dieron oficina y apoyo técnico. Me apoyaron también algunos familiares hasta realizar una inversión de 50.000 euros. Reconozco que soy un investigador raro, quizás un poco echado para adelante», explicó.
  • Con la empresa ya montada, García se puso a buscar clientes con los que poder empezar a probar la tecnología. El calcula que la inversión, que ronda los 30.000 euros para una cadena de producción de un producto como la leche, se puede amortizar en un año. «Empezamos con la aeronáutica pero tuvimos que pivotar hacia la alimentación como consecuencia de la pandemia. Actualmente tenemos dos proyectos piloto con leche de Asturias y con la panadera vasca Okin, en el marco de sendas aceleradoras. En el primer caso ayudamos a ahorrar el 14% de la nata y, en el segundo, determinamos el porcentaje de fibra de materia prima o la evolución de la fermentación. Una vez probada la máquina, en el segundo semestre de 2022 nos gustaría empezar a vender. Además, tenemos otra línea de producto en torno a los biosensores para detectar bacterias y metales pesados en el agua. En cuatro años esperamos facturar 2 millones de euros», explicó.
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