Elige: ¡La bolsa o la privacidad!

Profile shown on Thefacebook in 2005
Profile shown on Thefacebook in 2005 (Photo credit: Wikipedia)

Me sorprende la importancia que mucha gente da todavía a su intimidad digital. Para muchas personas que su nombre se pueda encontrar en Google es todo un sacrilegio. Otros todavía se resisten a publicar fotos en Facebook, por miedo a que puedan acabar en malas manos. Sin embargo, para muchos jóvenes, la intimidad ya es parte de la historia de la humanidad.

Y es que tendemos hacia una Internet en la que todo esté abierto, incluidos nuestros datos personales. A cambio, eso sí, de poder disfrutar de un montón de servicios gratuitos en los que nos bombardean con publicidad personalizada. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Para empezar, porque todo esto de la privacidad es un invento que, en el fondo, no tiene mucho sentido. No es práctico. Hoy en día tan solo es útil para aquellos que han hecho algo malo y quieren esconderlo. Lo lógico es que la información de todos fluya, incluida la fiscal, porque esa libertad es precisamente un garante de la democracia.

Lo más lógico es que, en el futuro, aquel que quiera desaparecer del mapa digital y no figurar en ningún sitio pueda hacerlo. Pero solo previo pago. Es decir, que la intimidad se convierta no un derecho sino una opción para aquellos que, pese a todo, quieren seguir ocultos del mundo. Solo si pagan por ello, claro, a una empresa que sea capaz de prestarles ese servicio.

De hecho, ya existen hoy en día compañías que se dedican a borrar información de webs, normalmente comentarios negativos hacia un negocio o persona. Utilizan para ello la intimidación mediante burofaxes y demandas judiciales. Muchas veces funciona. En el futuro, este tipo de servicios deberían estar regulados, de tal forma que se puedan ofertar con garantías de que funcionarán sin necesidad de llegar a los tribunales.

Al fin y al cabo, a las webs que han recogido datos de redes sociales o incluso de boletines oficiales, donde habitualmente se publican nombres y DNIs personales, borrarlos les cuesta tiempo y por tanto dinero. Es lógico que ese trabajo se remunere de alguna manera.

Es más. Nuestra identidad digital está cada día más relacionada con el uso de redes sociales gratuitas que se financian mediante publicidad personalizada. Y para adaptar esos anuncios a los usuarios se emplean sus datos personales. Es una tendencia imparable. A no ser que uno quiera dejar de tener identidad digital, claro está. Así que una de dos: o pagamos por los servicios online (para que sean confidenciales) o pagamos directamente por la privacidad. Pero todo gratis es imposible.

Por cierto, no parece que haya mucha gente dispuesta a pagar por ello. En un reciente experimento realizado en Alemania con entradas de cine que costaban más caras si iban asociadas a un compromiso de confidencialidad del número de móvil, apenas el 29% de los participantes estaban dispuestos a abonar un sobreprecio de 50 céntimos.

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