Comunidades energéticas: antídoto contra la subida del precio de la luz

Cada vez que sube el precio de la luz, corren ríos de tinta en los medios de comunicación y los políticos de la oposición, sea del color que sea, aprovechan la ocasión para echar la culpa al gobierno de turno. El problema es que en este campo solo caben soluciones a largo plazo, algo que resulta poco habitual en la política española. Y las comunidades energéticas deberían ser una de las claves.

Se trata de una figura europea que aspira a promocionar el autoconsumo energético a través de la construcción de infraestructuras de generación comunes de una potencia máxima de 100 Kwh y un radio de acción de no más de medio kilómetro. Las iniciativas deben ser sin ánimo de lucro y no podrán revender el excedente de producción sino tan solo compensarlo con lo consumido en momentos de máxima demanda.

En Francia hay ya unos cuantos actores en este terreno, como I-ENer, que gestiona actualmente 16 centrales fotovoltaícas en Iparralde, la mayor parte de ellas en tejados. Al otro lado de la muga su mejor exponente es la cooperativa navarra Emasp, que dispondrá a finales de año de una potencia instalada de 1 MW en 40 proyectos situados fundamentalmente en Navarra y Alava.

Se trata siempre de energía solar, porque la eólica no es competitiva a estos niveles de producción, y generalmente las placas se colocan en los techos de edificios. Como muchos de los promotores son concejos y pequeñas entidades administrativas, suelen utilizar la parte superior de frontones, escuelas e incluso terrenos comunitarios.

El concepto es ideal también para urbanizaciones. Además, Emasp tiene como cliente a un ayuntamiento, el de la localidad tinerfeña de La Laguna. «Siempre recurrimos a placas fotovoltaícas sin baterías, porque su tecnología todavía no está madura y es más eficiente verter a la red y después compensar el consumo extra. En Lizarraga están utilizando agua que almacenan para después turbinarla cuando la energía es más cara. Otros pueblos están pensando hacer lo mismo con balsas de agua», explica Rafael Larreina, responsable de esta cooperativa en Alava.

Emasp contacta con los interesados y después se encarga de todas las labores relacionadas con la puesta en marcha del proyecto, además de su gestión en el día a día. Las buenas proyecciones de este negocio han atraído en los últimos meses a otras empresas, aunque por su ánimo de lucro se alejan del modelo de las comunidades energéticas.

Es el caso especialmente de Ekiola y Edinor, iniciativas lideradas por el Grupo Mondragon, vía Krean, y Petronor, respectivamente. Ambas cuentan con todos los parabienes de las administraciones vascas, que en el primer caso han llegado incluso a involucrarse en el capital a través del EVE.

Así explicaba recientemente esta intervención pública el director de Medio Ambiente de la Diputación de Gipuzkoa, José Ignacio Asensio:

La tan necesaria transición energética es uno de los retos que tenemos como sociedad, ya que además de combatir el Cambio Climático, es el mejor instrumento para erradicar la vulnerabilidad energética que afecta a más de 62.000 hogares de Gipuzkoa.

De hecho, la Diputación de Gipuzkoa está detrás de lo que ha denominado «cooperativas ciudadanas energéticas», que aspiran a movilizar fondos europeos para promover las renovables en el territorio de la mano de Ekiola. El modelo que van a seguir en cada municipio es muy similar al de las comunidades energéticas sin ánimo de lucro, aunque por las dimensiones de las plantas (entre 1 y 5 MW de potencia) no entrarán dentro de la regulación europea. Otra diferencia es que no aspiran al autoconsumo sino solo a cubrir entre un 20-30% de la factura de luz de cada hogar.

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