Así callan las empresas a los medios: los casos Hafesa e Iberdrola

Publirreportaje de Hafesa en El Correo

Son malos tiempos para los medios vascos, que tratan de sobrevivir a base de la publicidad de las esquelas, las instituciones públicas y alguna empresa con grandes recursos y cadáveres que enterrar o más bien esconder. Merece la pena detenerse en dos casos de esta última línea porque esta semana han estado de plena actualidad: Iberdrola y Hafesa.


Aunque la contratación de Garazi Ortuzar, la hija del presidente del PNV, por parte de la compañía eléctrica ha escandalizado a gran parte de la sociedad vasca, que ya no tolera tan fácilmente los enchufes, no verás ni un solo medio escrito de Euskadi que se haya hecho eco de este asunto. Es posible que el propio político se haya encargado de hacer peticiones personales a los periódicos o las radios (ni una mención en su última entrevista en Onda Vasca), pero eso no explicaría el silencio de Naiz.

Lo que realmente hay detrás es la enorme dependencia que los medios vascos tienen del presupuesto publicitario de Iberdrola. Son conscientes, como le ocurrió a El Confidencial, de que Galán no admite traidores y que cualquier «error» se paga con la supresión de los anuncios de la eléctrica, que suponen una parte importante de los ingresos de cualquier periódico.

Consciente de la creciente importancia que la publicidad tiene en las líneas editoriales, una empresa que tiene muchos muertos que enterrar, Hafesa, se está poniendo las pilas. Esta semana su agencia, que hasta hace bien poco era la mismísima Accenture, mandó primero una nota de prensa para resaltar su aportación a la hacienda foral de Bizkaia y, como solo Deia cayó en la trampa, en El Correo ha tenido que comprar un publirreportaje a página completa con alusiones personales a su líder visionario Alejandro Hamlyn López-Tapia.

Este tipo de anuncios cuestan, según tarifa, 10.000 euros, a los que habría que añadir el coste del artículo publicado en la edición online, cuyo precio depende del número de visualizaciones. ¿Se atreverá El Correo a hablar de Hafesa a partir de ahora?

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