La ficticia gaseosa «La Cruz del Gorbea» fue el primer cliente (!) de Vidrala

gasesosa la cruz del gorbeaPerplejo me he quedado al leer, en un libro sobre la historia de la empresa alavesa Vidrala, que la gaseosa «La Cruz del Gorbea», «la que no toma Garaikoetxea», fue el primer cliente del fabricante de botellas. Como (casi) todo el mundo sabe, esta bebida solo existe en la imaginación del entonces locutor Txemi del Olmo, que fruto del aburrimiento, se puso a grabar una serie de anuncios de radio de un producto ficticio que rápidamente se viralizaron a través de Internet.


Pues sí, el libro «Vidrala, 50 de años de pasión por el vídrio» menciona a esta supuesta marca como el primer cliente de la empresa. Su autor se inventa la historia con estas palabras:

Entre los primeros clientes estaba el fabricante de gaseosas La Cruz del Gorbea, en Somorrosto, que se anunciaba en la radio con eslóganos como «Beba a gusto y pague lo justo» o «Gaseosa Gorbea, la que no toma Garaicoechea» (sic).

Es más que probable que ese cliente fuera en realidad Espumosos Gorbea, que se embotellaba, al menos hasta hace cinco años, en Arrankudiaga, al lado de Llodio, donde siempre ha estado la sede de Vidrala. La confusión solo puede deberse a que el libro no se ha revisado y a que el autor, el periodista Fernando Rodríguez, no es vasco ni aficionado al humor euskaldún. Tampoco al catalán, pues sitúa a Reus en Girona.

Otro éxito por tanto para Txemi del Olmo, convertido por méritos propios en uno de los grandes protagonistas del marketing viral vasco. Este bilbaíno, que fue locutor y propietario de una academia, vive ahora del doblaje de películas y series para grandes cadenas como Discovery Channel. Del Olmo tiene hoy hasta un club de fans en Facebook.

En lo que al libro de Vidrala se refiere, lamento haberlo comprado, pues es en gran medida un panfleto de la compañía, sin apenas datos de interés. Estos son los principales fallos que le encuentro:
– Tiene mucha paja. El autor dedica muchas páginas a recordar la historia del mundo general en un libro que debería centrarse en lo que se está contando, que es Vidrala.

– Se sintetiza la historia de Vidrala en la creación de nuevas factorías y, sobre todo, la compra de otras muchas, como si solo fuera un negocio financiero. Nada se habla de tecnología ni de innovación, que es lo que realmente podría justificar la redacción de un libro.

– No se recoge por ningún lado la perspectiva de los trabajadores, salvo la de los gerentes. Es increíble que en un repaso de 50 años de historia no se haya dado ni el más mínimo protagonismo a las personas que han estado produciendo en la fábrica llodiana.

– Salvo para relatar las visitas de un lehendakari y un diputado general de Alava a la planta de Llodio, apenas se habla de la relación de Vidrala con Euskadi. Una buena relación con su entorno habría justificado la existencia de un libro como éste (y es lo que esperaba al comprarlo).

La única parte interesante del libro son las diez páginas finales redactadas por el fundador de Vidrala, Isidoro Delclaux Aróstegui, en las que narra la trayectoria completa de la familia como productor de vídrio. Aquí sí hay datos de interés y algún relato histórico delicioso, como el de la guerra entre su familia, acompañada de los Oriol y los Oreja, contra la actual Vicrila, de la que anteriormente habían formado parte.

En esta parte se explica, por ejemplo, por qué Villosa (actual Guardian) y Vidrala, que en realidad fue un hijo de la primera, están en Llodio, que entonces era «una aldea que tenía 2.500 vecinos». Y es que entonces, en los años treinta, la conflictividad laboral en Bilbao y las márgenes de la ría no aconsejaban poner una fábrica en esta zona y en el valle de Ayala (el emplazamiento deseado originariamente era Amurrio) se podía contar con mano de obra no revolucionaria y había conexiones ferroviarias.

Otro dato de interés es que Jon Ander de las Fuentes, que como director financiero de Euskaltel es uno de los principales responsables de su salida a bolsa y de la compra de R, se curtió en Vidrala. Allí se dedicó precisamente a negociar la adquisición de fabricantes de vídrios de otros países, que es la clave del crecimiento de la empresa en los últimos años.

Comentar finalmente que el libro deja caer que una de estas compras, la de firma belga La Manufacture du Verre, fue un error. Se mencionan las dudas que generaba, las inversiones que requirió al poco de la adquisición y, sobre todo, el cierre parcial que sufrió en 2009 y que derivó en duros enfrentamientos sindicales. No se dice que fuera un error pero sí da a entender que lo fue.

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