Hasier Larrea (Ori): «Nos habíamos enamorado de nuestra investigación y nos hicimos emprendedores para continuarla»

Hasier Larrea (Donostia, 1988), ingeniero mecánico por Tecnun, es probablemente el emprendedor vasco que más dinero ha captado para su startup, Ori: más de 27 millones de dólares. Y no de cualquiera, pues entre sus inversores figuran filales de Ikea y Google, además del MIT y del fondo Khosla Ventures. En esta entrevista nos contó cómo lo ha conseguido.

  • Larrea fue a Boston a hacer un máster y después se quedó investigando en el MIT Media Lab en torno a la robótica arquitectónica. Gestionó durante cuatro años un equipo de investigadores que buscaba fórmulas para aprovechar mejor el espacio de los hogares, que en las grandes ciudades cada día son más pequeños y caros. «Aunque estudié ingeniería, en su momento dudé si hacer arquitectura. Elegí sin tenerlo muy claro. En el MIT tuve la suerte de que un profesor, Kent Larson, me permitiera aplicar mis conocimientos de ingeniería en la arquitectura», explicó.
  • La investigación en el MIT Media Lab se prolongó durante cuatro años, hasta llegar a la conclusión de que el proyecto tenía viabilidad comercial y se podía transformar en empresa. «El siguiente paso era hacernos emprendedores. Nos habíamos enamorado de lo que no en un principio solo era un reto y no podíamos dejarlo», explicó.
  • Esa startup se llama Ori, que en el momento de su creación, en 2015, era la única del mundo especializada en arquitectura y tecnología. Para Larrea dar este paso supuso tener que salir del laboratorio y enfrentarse al mundo real. «Los ingenieros tendemos a enamorarnos de la solución y la tecnología. Reconozco que hicimos bien en salir de la oficina y hablar con gente real que vive en sitios pequeños y nos ha ayudado a diseñar soluciones para sus problemas de espacio», explicó.
  • El otro reto de Larrea, no menos importante, ha sido la captación de financiación. En la primera ronda obtuvieron, con la ayuda de la aceleradora del MIT, 700.000 dólares. Después han entrado más inversores en otras dos series. «El dinero es difícil de captar en todas partes. Aquí en Boston es verdad que hay más gente a la que poder explicar tu idea. Nuestro punto de inflexión ha sido la entrada de Vinod Khosla en la segunda ronda. En la tercera vino dinero de la industria: Google, Ikea y una inmobiliaria.
  • Evidentemente, Ori ya no solo investiga y tiene que vender producto. El primero ha sido Ori Studio Suite, una especie de mueble robótico que combina el espacio de trabajo con el dedicado a dormir y amplía los puntos de almacenamiento del hogar, con solo pulsar un botón. «Conseguimos que un apartamento de 40 metros cuadrados tenga la funcionalidad de uno de 60 u 80 metros. La producción la hacemos en EE.UU., aunque algunos materiales vienen de fuera. Por ejemplo, la madera que utilizamos, que es de chopo, la traemos de La Rioja», explicó.
  • Además de sacar al mercado un producto, Ori ha creado una base robótica que le permitirá desarrollar nuevos sistemas en poco tiempo. «Es el resultado de muchos años de investigación y de probar diversos conceptos. Estamos a punto de lanzar una cama que baja del techo», explicó.
  • Vender estos productos no es sencillo, pues su precio es elevado y exigen una importante reforma del habitáculo. Por ello el equipo de Ori ha recurrido a las propias promotoras inmobiliarias. «El promotor financia la tecnología y consigue así más inquilinos para su edificio. Es un modelo 100% B2B, aunque en breve iniciaremos la venta directa al consumidor de un producto más sencillo de la mano de Ikea», explicó.
  • ¿Cuáles son sus retos cara al futuro? Sobre todo, vender. Los sistemas de Ori están actualmente en 30 edificios de EE.UU. y Larrea quiere ampliar esa base sustancialmentee. «Nuestro reto es de mercado. A la industria inmobiliaria le cuesta adoptar la tecnología, es menos innovadora. Hay mucho por hacer, pero por otro lado hay cierta fricción», explicó.
  • ¿Cambiará el consumidor como consecuencia de la crisis del coronavirus? Aunque algunos expertos consideran que va a haber movimientos desde las ciudades hacia las zonas rurales, Larrea disiente. «Son reacciones puntuales, que pasan. Es verdad que tras los atentados del 11M la gente no quería estar en rascacielos, pero luego se les olvidó. La reacción tras el coronavirus es lógica, pero lo cierto es que las ciudades tienen ventajas. Sucede lo mismo con los grandes campus empresariales: la densidad y la diversidad generan más innovación», explicó.

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