Sobre la campaña de márketing del consejero de Industria
|A esta hora el actual consejero de Industria del Gobierno Vasco, Mikel Jauregi, comparece en un foro en Bilbao al que solo se va para presumir y hacerse oír y ver. Suele ser, de hecho, una pieza más de cualquier campaña de márketing de directivos o políticos de Euskadi que, por una u otra razón, quieren salir en los medios y, por tanto, estar en la pomada.
El ponente llama esta vez poderosísimamente la atención porque no hace ni dos semanas él mismo reconocía a quien le quería escuchar haberlas «pasado canutas» (sic) en su nuevo puesto como consejero de Industria. Al menos, hasta ahora. De Jauregi se ha dicho de todo y generalmente malo: que no vale para la política, que no tiene ni idea de industria y aún menos de Euskadi, que está ahí por ser viejo amigo del lehendakari, que es incapaz siquiera de hacer un plan y, sobre todo, que trabaja poco para poder pasar más tiempo con su familia en Londres, donde realmente vive.
Sus participaciones públicas daban más pena que gloria. Y en círculos políticos, tras una sonada intervención parlamentaria en la que pareció incluso echarse a llorar, ha llegado a haber apuestas sobre cuántos meses iba a durar en su puesto. Por el contrario, los que han interactuado con él frente a frente, lo que se conoce como «en distancias cortas», hablan bien de él; más o menos como ocurría con el lehendakari Patxi López, por cierto.
Sea como fuere, ahora ha decidido atacar. La campaña la lanzó un conocido periodista económico al que admiro y aprecio y cuyo estilo no suele ser el del aplauso salvo cuando hay un encargo de por medio, como ocurrió con Jabyer Fernández. La semana pasada alababa a Jauregi y, por ende y sin nombrarla, ponía a parir a su antecesora, cosa que no se había atrevido a hacer cuando Arantxa Tapia estaba en activo. «De momento prima el buen rollito», escribía.
Viene a decir que los empresarios están muy satisfechos con el tándem Pradales-Jauregi porque les respaldan, como si esto no hubiera ocurrido hasta ahora. Maticemos. Como emprendedor vasco en ejercicio durante 20 años, siempre muy relacionado además con mis «compañeros de labor», he de decir que esta impresión no es nueva.
Siempre hemos sentido la cercanía y el apoyo de las administraciones vascas, cosa que hasta hace bien poco no ocurría en otros lares. Digamos que en este aspecto Euskadi ha sido pionera, lo que explica en parte por qué hoy tiene cierta ventaja con otras comunidades que no apostaron por defender e impulsar su tejido empresarial. Aunque en los últimos años otros han despertado y nosotros nos empezamos a quedar rezagados.
¿Entonces a qué viene la campaña de Jauregi? Consciente de sus debilidades y de que Pradales por el momento no va a prescindir de él, su asesora de comunicación ha decidido que hay que pasar al ataque. Especialmente si se marca la «operación Talgo» como punto de inflexión. Se empieza destacando su supuesta gran labor para conseguir que el comprador sea el dueño de Sidenor y se termina afirmando que nos va a salvar de la ruina.
Se hacen eventos en la bolsa para anunciar inversiones públicas de 1.000 millones en un fondo soberano que va a amarrar empresas en Euskadi pero después, al leer la letra pequeña, se descubre que no se ha puesto fecha a esas aportaciones y que por tanto no son muy distintas de las que se venían haciendo hasta el momento, sin que la mayor parte del dinero haya tenido un destino que no sea la caja de Finkatuz. Y ya de paso se acusa a las EPSV de no estar aportando suficiente, cuando lo cierto es que, por una cuestión de diversificación y por tanto de riesgo, simple y llanamente ni pueden ni deben sobreinvertir en compañías vascas, sobreexponerse que se dice en el argot financiero.
Es todo márketing y, por tanto, más bien humo. Ni Jauregi ha sido pieza fundamental para que Jainaga se quede con la ferroviaria, mérito que hay que otorgar más bien al ministro Oscar Puente, ni sus acciones son muy diferentes de las de su antecesora. Es verdad que Tapia se parecía más a Margaret Thatcher y él a Zapatero, pero esa es una cuestión de estilos que a la hora de la verdad no tiene mayor relevancia. Se le juzgará por sus resultados y, por el momento, son nulos.