La telefonía móvil deja de ser un artículo de lujo

El teléfono móvil ha dejado de ser un artículo de lujo y se ha convertido en un objeto de consumo. Los datos lo atestiguan: son ya más de 700.000 los españoles con los que se puede hablar por teléfono en casi cualquier punto del país y se calcula que, al ritmo de evolución actual (el número de abonados se ha duplicado en los últimos diez meses), serán cuatro millones en el año 2000. En los países escandinavos, se puede ver a los estudiantes universitarios con su móvil (casi el 15% de la población tiene uno) y, en muchos casos, ha sustituido al teléfono tradicional.


El teléfono móvil (también llamado celular porque se basa en la división del territorio en células, cada una cubierta por una antena, como si de una colmena se tratara) ha sufrido la evolución de cualquier aparato tecnológico. De unos primeros terminales enormes, que pesaban casi dos kilos y sólo se podían llevar en el coche, se ha pasado a otros más pequeños que se pueden llevar en cualquier bolsillo.

Ante el avance logrado para reducir su tamaño, el desarrollo técnico se ha dirigido, en los últimos años, hacia el aumento de la cantidad de personas que pueden utilizar su teléfono celular al mismo tiempo. En muchos países europeos se había llegado a una auténtica saturación y el usuario no podía llamar porque no quedaba capacidad (lo que los técnicos denominan banda) en la zona en que se encontraba.

Estándar europeo
Otro inconveniente que tenían los teléfonos móviles hasta el 27 de julio de este año (momento en que Telefónica lanzó su oferta de GSM) era el hecho de que cada país tenía su propio sistema tecnológico. El MoviLine de Telefónica sólo se podía utilizar en España y el de France Telecom únicamente en Francia. Desde Telefónica se recuerda todavía que los abonados vascos pueden utilizar su teléfono celular hasta Bayona (pero nunca más allá) ya que las antenas del Jaizkíbel tienen ese alcance. Por esta razón, un teléfono móvil adquirido en EE.UU. no se puede utilizar en España.

La solución a este guirigay tecnológico-fronterizo vino de la mano de la Unión Europea (UE). A finales de los años ochenta, el Instituto Tecnológico Europeo (ETSI) desarrolló un estándar, el conocido GSM (Sistema Global para Móviles), para la telefonía celular de los países comunitarios. Los expertos lo califican como uno de los mayores éxitos de la Europa unida, porque se ha conseguido que todos los países de la UE utilicen un mismo idioma para sus comunicaciones móviles.

«El GSM habla. Cuando su dueño lo enciende, emite una señal que captan las antenas y que se comunica a la central del país donde está y a la española. Así, si le llaman, los ordenadores le localizan rápidamente en el país en que se encuentre», explica un técnico de Telefónica.

El GSM tiene también ventajas técnicas. «Su calidad es superior porque, al ser digital, como un disco compacto, el sonido se recibe mejor y se evitan las interferencias», dice José Luis Ancín, director comercial de Telefónica en Guipúzcoa. El GSM también admite un número superior de usuarios porque opera en frecuencias más elevadas, lo que permite que haya más comunicaciones al mismo tiempo. Estas ventajas han llevado a otros 19 países de todo el mundo a adoptar el estándar europeo.

España ha sido uno de los últimos países de la UE en implantar el GSM y lo ha hecho de una forma muy polémica al situar a Telefónica en una situación ventajosa frente a su futura competencia. La Comisión Europea exigió en 1994 que todos los países comunitarios permitieran a otra empresa competir en telefonía móvil con el operador nacional. En España, el Gobierno decidió convocar una subasta para decidir quién iba a tener esa oportunidad de participar en un negocio de casi 300.000 millones de pesetas en el año 2000.

Las compañías españolas más importantes y las de telecomunicaciones de todo el mundo enviaron sus proyectos y, al final, fue Airtel (participada por el Banco Central Hispano, el Santander y la Kutxa, entre otros) la que ganó el quién-da-más. En aquel momento, Airtel aceptó pagar 85.000 millones de pesetas al Ejecutivo a cambio de poder competir con Telefónica.

Ahora, espoleados por las quejas que planteó la Dirección General de la Competencia de Bruselas ante esta actitud del Gobierno español, los responsables de Airtel exigen compensaciones a Telefónica. «Nosotros hemos salido con una mochila de 85.000 millones de pesetas en la espalda que Telefónica no tiene que cargar», explican en Airtel. Lo cierto es que, en Bélgica, la compañía pública Belgacom ha tenido que pagar la misma cantidad que el operador privado.

Descenso de precios
Airtel tiene más razones para estar molesto con la actitud de Telefónica. «Han rebajado el precio de los terminales de Moviline (el sistema técnico anterior al GSM) para captar un gran mercado antes de que nosotros entremos a competir. Tienen claro que cuanto más vendan de Moviline más nos quitan a nosotros», afirman en la empresa. Teléfonos móviles que antes costaban casi 100.000 pesetas se venden ahora por unas 10.000.

La diferencia proviene del descenso del coste de fabricación y, sobre todo, del hecho de que Telefónica esté subvencionando el precio de los aparatos para ganar dinero a través de las llamadas. La explicación es económica: como la inversión (las antenas y centrales colocadas a lo largo y ancho del país) ya está hecha, cada usuario suplementario supone aumentar los ingresos sin necesidad de tener más gastos fijos.

Esta situación ha comenzado a variar esta semana ya que Airtel, cuyos números comenzarán con el 907, frente al 909 de MoviStar, empezará a operar el próximo 3 de octubre en siete ciudades españolas, entre las que se encuentra San Sebastián. Telefónica ha lanzado una campaña de promoción de su GSM, MoviStar, y, desde el martes, subvenciona algunos modelos de teléfonos móviles. De 70.000 pesetas que cuestan normalmente, los ha rebajado hasta 45.000. Airtel proyecta subvencionar su coste en 10.000 pesetas y propondrá unas tarifas inferiores a las de MoviStar.

Estos esfuerzos económicos contrastan con los que realizan los operadores europeos de los países donde ya existe competencia. Carrefour vende teléfonos GSM a un precio de 590 francos (15.000 pesetas) con la condición de que el adquirente se abone a France Telecom durante, al menos, un año. Ese período de doce meses es el que necesita la operadora francesa para recuperar la rebaja que ha hecho (55.000 pesetas).

Las ventajas técnicas del GSM y la subvención de los terminales han llevado a que, en otros países europeos, se hayan dejado de vender los equivalentes del MoviLine. En Alemania, el 70% de los teléfonos móviles son GSM y, en Portugal, casi el 75%. La situación es totalmente distinta en España, donde prácticamente el 100% de los terminales móviles funcionan con MoviLine. En el primer mes de funcionamiento de MoviStar en Guipúzcoa, sólo una persona se ha abonado al GSM de Telefónica, mientras que 478 recurrieron a MoviLine.

Desde Airtel se advierte: «El consumidor debe saber que el sistema analógico (el que utiliza MoviLine, opuesto al digital) está llamado a desaparecer un día, mientras que el GSM es un auténtico estándar». Los responsables del segundo operador creen que Telefónica variará su política comercial a partir del lanzamiento de su oferta. «Hasta ahora, se dirigen sólo a los clientes que viajan por Europa, es decir, una minoría. Eso tendrán que cambiarlo en cuanto haya competencia», dicen en Airtel.

Desde Telefónica se explica que el GSM tiene todavía una infraestructura de antenas limitada y sólo se puede utilizar el teléfono en el 50% del país. «La cobertura no es la misma que la de MoviLine porque los puntos de instalación de antenas son diferentes y MoviStar todavía está en desarrollo. Se coge bien en San Sebastián y en la autopista Bilbao-Behobia», afirma José Luis Ancín.

La cobertura de MoviLine es muy superior y, en Gipuzkoa, se puede utilizar en toda la provincia, salvo en la zona montañosa de Azpeitia, por razones orográficas, y en el Gran Kursaal. Los casinos son el único lugar en que está prohibido el uso de los teléfonos móviles en España.

El futuro se llama Bill Gates
Pese a la innovación tecnológica que ha supuesto el GSM, la evolución no se ha parado. Ya existen sistemas equivalentes o, incluso, mejores. El PCN, que ya funciona en Alemania y el Reino Unido, permite que haya más personas utilizando móviles al mismo tiempo. En España, para cumplir la normativa comunitaria, tendrá que concederse una licencia de telefonía móvil en PCN dentro de año y medio.

Otra de las líneas del futuro es la que lideran Bill Gates, el dueño de Microsoft, y AT&T, una compañía telefónica estadounidense, a través de Teledesic, y Motorola, en el proyecto Iridium. Ambos miran al espacio para agrandar las redes de telecomunicaciones y están construyendo una serie de minisatélites (66 en el caso de Iridium) que girarán, a partir de 1998, en torno a la Tierra a una órbita de sólo 700 kilómetros de altura. La inversión total se acerca al medio billón de pesetas y se dirigirá especialmente a los países menos desarrollados, en los que las infraestructuras son aún muy limitadas.

ADIOS A LOS LADRONES DE LLAMADAS
Una de las novedades del GSM es que sólo funciona si se introduce una tarjeta con chip del tamaño de las tarjetas de crédito en el terminal telefónico y, posteriormente, se teclea el código secreto que lo activa. Este mecanismo evitará que se pueda utilizar un teléfono móvil sin permiso de su dueño.

El hecho de que la tarjeta sea personal implica que es a su dueño a quien se van a cargar las llamadas de teléfono aunque se realicen desde un aparato que no sea el suyo. «La gente que viaje mucho tendrá varias tarjetas, una para cada país, de forma que pueda hacer llamadas nacionales en Francia y en España», opina el director de marketing de Telefónica en Vizcaya.

Será posible también viajar sin teléfono y usar el de un compañero. Para no perder esos amigos extranjeros, bastará con insertar en su teléfono la tarjeta personal. La tarjeta tendrá también capacidad para memorizar números de teléfono y para codificar la señal y, así, evitar que se pinchen las conversaciones.

Los sociólogos comienzan ya a aventurar una nueva sociedad en la que el número de teléfono habrá dejado de estar ligado a un aparato y estará directamente relacionado con una persona, la dueña de la tarjeta. El siguiente paso será crear un chip en el que se almacene nuestro dinero y todos nuestros datos. Con sólo desconectar esa tarjeta con chip, esa persona habrá dejado de existir y, por supuesto, de estar conectada con el mundo.

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