B-Venture 2017: leyendo entre líneas
|Acabo de estar en la edición 2017 del B-Venture en el Palacio Euskalduna de Bilbao y puedo decir que el evento no defrauda. Sin llegar a los niveles de excelencia y exclusividad que la publicidad institucional le atribuye, ha sido ameno y bastante representativo de las tendencias actuales en el ecosistema del emprendimiento y todas sus estructuras anexas, tanto públicas -aceleradoras, sociedades de garantía recíproca, Diputación Foral, SPRI- como privadas -departamentos de financiación y fundaciones de entidades bancarias-. Como visitante del certamen, no es mi intención hacer un adelanto de lo que van a contar los periódicos locales a la fecha de cierre, sino más bien hablar de otros aspectos interesantes del tema. Por ejemplo, los problemas del emprendimiento y los cuellos de botella que por estas latitudes en que vivimos encuentra el desarrollo de eso que llaman Nueva Economía.
Con una financiación que tras los años de la crisis vuelve a ser abundante, y tantas ayudas de la administración, ¿cómo es que no hay más emprendedores y se fundan más start-ups? De algunas de las ponencias y entrevistas, en las que dieron su opinión reputados expertos en la materia -Lupina Iturriaga (Fintonic), Eneko Knörr (Ludei), Jesús Monleón (SeedRocket), Liz Fleming (Adara), Michael Kleindl (Seaya Ventures), Tobias Schirmer (Join Capital) y muchos otros-, se desprende que algunos de los obstáculos siguen siendo de índole cultural: cuesta salir de una esfera de comodidad creada por décadas de bienestar y hegemonía espiritual del funcionariado. Luis Manuel Cañizares (BIND 4.0) también habló de los problemas organizativos y logísticos que plantea el traslado del talento foraneo a Euskadi y a la inversa: alojamientos, documentación, permisos, etc.
Una de las primeras impresiones que se adquiere al pasear entre los stands y hablar con la gente es la de que hay mucho capital, y no tantas buenas ideas en comparación. La presencia de numerosas aceleradoras puede ser valorada en términos positivos o no tanto, sino más bien como el resultado inevitable de las imperfecciones del sistema. El día que en este país exista una economía de emprendimiento sana y pujante, no será necesario disponer de plataformas de servicios destinadas a allanar dificultades operativas y animar a la gente a fundar start-ups. Si tal momento llega, es de suponer que entonces la cosa iría por su propio impulso, como en Israel o Sillicon Valley, y Risto Mejide se quedaría sin trabajo.
No citamos el abrumador panorama de la burocracia, las cargas sociales y los obstáculos a la constitución de nuevas empresas por no aburrir al lector con algo que ya conoce, y probablemente ha experimentado en el transcurso de su actividad como emprendedor. En resumidas cuentas, la administración pública, pese a sus buenos deseos y las ayudas que prodiga, vía presupuestos, avales, asesoramiento u otras formas, sigue sin ser capaz de entender en qué consiste un ecosistema emprendedor sano y capaz de replicarse por su propia dinámica interna. Ultimamente, con tanta publicidad institucional y tanto ruido mediático y en redes sociales, se quiere transmitir la impresión de que el que no emprende es porque no quiere o porque es un inútil. Pero el público, a estas alturas curtido en el engaño publicitario y el arte del cinismo político, sospecha que detrás de todo este jaleo solo hay un plan para quitar gente de la lista del paro.
Volviendo al desfase entre la abundancia de capital y la escasez de buenas ideas para invertir, cabe destacar un curioso efecto inflacionario que se deriva de ello: las facilidades de financiación generan una tendencia a la sobrevaloración premoney de las empresas, al no poder el inversor negociar participaciones más elevadas. Esto, a su vez, hace que en las sucesivas rondas de financiación, las cantidades tiendan a ser también mayores. En el fondo no es malo que suceda esto. Así es como están repartidas las cartas. Si el emprendedor sabe jugarlas, tendrá más poder. Y quedará confirmado que el combustible de la Nueva Economía sigue siendo el mismo de siempre: innovación, talento individual e ideas de negocio.