Las contradicciones «energéticas» de Bildu

La evolución de EH Bildu para dejar de ser un partido anti-sistema y pasar a ser uno con capacidad real de gobierno está repleta de contradicciones, lógicas en el marco de la relativa rapidez con la que está cambiando sus discursos. Una de las más significativas es la que alcanza a la energía, puesta de manifiesto desde que sus dos líderes, Arnaldo Otegi y Pello Otxandiano, empezaron a reconocer la necesidad de crear parques de energías renovables para lograr cierta independencia eléctrica.


La izquierda abertzale mantenía hasta hace apenas dos años una oposición radical a cualquier intervención sobre la naturaleza, lo que afectó especialmente a la conocida autovía de Leizaran y posteriormente al tren de alta velocidad. Por no hablar de la central nuclear de Lemoiz, que fue paralizada en gran medida por la presión de los movimientos ecologistas y especialmente de ETA.

Con la aparición de los molinos eólicos, Bildu se plantó en un primer momento contra cualquier proyecto que tocara los montes vascos y el PNV no se atrevió a llevarle la contraria, ante el riesgo de perder sus votos más abertzales. De ahí que en la Comunidad Autónoma Vasca no se construyeran molinos eólicos y en Navarra, donde durante muchos años dominó las instituciones la Unión del Pueblo Navarro, ocurriera todo lo contrario.

El resultado es de sobra conocido: apenas un 7% de la energía consumida en Bizkaia, Gipuzkoa y Alava es de origen renovable, mientras en la comunidad foral lo es prácticamente el 100%. Gamesa, de hecho, se llevó gran parte de su ingeniería a Navarra. Aunque Bildu ha levantado este veto, los procesos de tramitación se han eternizado y no todos los cargos de la izquierda abertzale aceptan la nueva política que impera en su partido.

El último movimiento táctico ha sido oponerse a la construcción de centros de datos, que es cierto que apenas generan empleo, suelen estar promovidos por multinacionales y son especialmente glotones a la hora de consumir kilowatios. Euskadi no es de hecho el mejor lugar para instalar estos edificios llenos de servidores que deben estar refrigerados las 24 horas del día, porque apenas genera energía propia y no parece que las tornas vayan a cambiar en breve.

Con esa misma filosofía, tampoco parece apropiado colocar un ordenador cuántico en Donostia, pues sus necesidades de enfriamiento van a ser gigantescas: tiene que estar permanentemente a 0º kelvin, que es el equivalente de -273.15 °C. ¡Una brutalidad! Probablemente pocos han reparado en este detalle al hablar de las maravillas que va a suponer instalar en Euskadi un aparato que nadie tiene claro para qué va a servir realmente.

Sea como fuere, Bildu entra nuevamente en una enorme contradicción. Si se opone a los data centers por su elevado consumo de energía, ¿por qué no opina lo mismo respecto a toda la industria electrointensiva? Euskadi, donde el combustible o el kilowatio que necesitan las fábricas para generar calor es tres veces más caro que en EE.UU. o el doble que en la nuclearizada Francia, no es precisamente el mejor lugar para tener acerías, fundiciones de aluminio u hornos de vídrio. Pero a ver cómo le explican esto mismo a un trabajador de Guardian Llodio afiliado a LAB.

No lo digo yo. Se lo he escuchado no hace mucho al ex ministro Carlos Solchaga, responsable de la mayor reconversión que ha sufrido la industria española (y vasca) en la historia reciente. Si alguien sabe qué fábricas conviene crear y cuáles suprimir es él, que tiene muy claro que las que consumen demasiada energía no son apropiadas en nuestros lares. Al menos mientras no tengamos gas natural o centrales nucleares propias.

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