La ciber-rebelión de los consumidores

Un internauta que busque en la red las nuevas tarifas de Telefónica puede encontrarse con una veintena de páginas web en las que se ha rebautizado al ex-monopolio como “Timofónica” y a su servicio Infovía como “Infovirria”, “Tortuvía” o “camino de cabras”. Estas páginas, cuidadosamente elaboradas por cibernautas de todos los puntos de España y adornadas de logotipos trucados y de lazos verdes, responden tanto al malestar por un supuesto mal servicio telefónico como a las enormes posibilidades que ha abierto Internet para canalizar las quejas de los consumidores. “Con un simple ordenador, cualquiera puede ahora enviar un mensaje a todo el mundo, sea de alabanza o de protesta”, explica David Casacuberta, presidente de Fronteras Electrónicas Españolas (FrEE), una organización que defiende la libertad de expresión de los grupos activistas en Internet.


Con su concepción romántica de la red como una especie de Lejano Oeste descontrolado, Casacuberta entiende que se está produciendo un trasvase de poder desde los gobiernos y las grandes multinacionales hacia los propios ciudadanos y consumidores. “Los usuarios de cualquier empresa podemos ahora comunicarnos por correo electrónico, crear foros para debatir sus productos y dar a conocer nuestras quejas para hacer presión de forma conjunta”, añade.

Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la reclamación realizada por un internauta que entiende que Telefónica le ha “estafado” 1.626 pesetas. Este erre que erre particular se ha propagado por la red hasta transformarse en un aluvión de quejas y hasta denuncias judiciales contra la compañía. Y lo mismo está sucediendo en los foros de discusión españoles con empresas informáticas como Macintosh y Microsoft o, incluso, con los retrasos de las compañías aéreas. “No hay más que suscribirse a alguna lista de correo (electrónico) sobre Macintosh para enterarse de las cuitas de usuarios a los que se les ha averiado la máquina”, relataba recientemente Alberto Lozano, uno de los principales expertos sobre Internet en España.

Microsoft, la empresa que preside Bill Gates, es quizás la número uno en páginas web y foros de discusión organizados por consumidores quejosos. Internautas de medio mundo han montado todo tipo de páginas “anti-Microsoft” con nombres tan rebuscados como “Microsuck” (suck significa repelente) y en las que, a la vez que piden un boycott de sus productos, critican las supuestas aspiraciones monopolísticas de Bill Gates.

Una característica común de estas webs es que su contenido se ha copiado en ordenadores de todo el mundo, como una forma de protegerlo de posibles denuncias. “Los internautas tenemos una tradición libertaria que nos lleva a reberlarnos contra la censura mediante la repetición de los delitos en países más benignos”, explica Casacuberta.

Es lo que ha sucedido también con “McSpotlight”, un web con más de 21.000 documentos en los que se denuncian supuestas prácticas anti-ecológicas y de explotación laboral de una conocida multinacional de la restauración. “McDonald’s gasta más de 1.800 millones de dólares al año en publicidad”, se relata en una de las páginas, antes de hacer referencia a lo simple y poco costoso que resulta poner en pantalla “el lado negativo” de esta multinacional.

“Es lógico que las empresas y sus gabinetes de comunicación estén preocupados”, explica Maurice Weslling, responsable del ordenador holandés que aloja las páginas de McSpotlight. Una de las principales razones de esa alarma es la facilidad con que los autores de las páginas web las colocan entre las primeras que aparecen al buscar el nombre de la empresa en los directorios de Internet.

El truco consiste en repetir varias veces el nombre de la empresa y algunas palabras clave dentro del metatag, un párrafo invisible que sirve para identificar al web. En el caso de McSpotlight, por ejemplo, se ha repetido diez veces McDonald’s en sus diferentes acepciones y, en medio, se han colocado palabras como “multinacionales”, “ética”, “cáncer”, “nutrición”, “veneno”, “fast food” o “comida basura”. La misma técnica emplean los autores de un página en la que se pide el boycott de Nestlé y que es una de las primeras en aparecer al buscar información sobre alimentación infantil.

Otras empresas afectadas por la publicidad negativa de los que se autocalifican como “activistas del consumo” son las marcas de tabaco, de perfumes y de bebidas alcohólicas. Adbusters (traducible como los “caza-anuncios”), una revista canadiense, ha colocado en su versión online parodias de los anuncios de algunas de estas empresas. Desde el famélico camello de una conocida marca de cigarrillos, que vive en el hospital después de fumar durante años, hasta una botella de vodka que ha perdido parte de su encanto. El editor de Adbusters, que aspira a construir “una nueva cultura mediática con un espíritu no comercial”, se preguntaba en su último editorial si “las grandes marcas podrán competir en ese nuevo mercado libre de ideas” que es Internet.

Las marcas de tabaco son también el objetivo de la Sociedad Americana contra el Cáncer, que ha colocado en su web los niveles de nicotina de diversos cigarrillos para demostrar que a moda del “light” no se corresponde con la realidad. Los otros grandes objetivos de este activismo electrónico son las petroleras y las empresas químicas, a las que se achaca una escasa preocupación por el medio ambiente, y los fabricantes de ordenadores. Una norteamericana consiguió, incluso, que Packard Bell le regalara un ordenador después de haber puesto en Internet una página para quejarse por el mal funcionamiento del equipo que acababa de comprar. Y es que, como concluye el anuncio de una agencia de publicidad online, “la población de internautas es todavía pequeña, pero se trata de los líderes de opinión de cada país”.

PIRATAS DE LA PUBLICIDAD
Si la preocupación por la imagen de las empresas en los medios de comunicación dio origen a la industria de las agencias de comunicación, algo parecido está sucediendo con las actuaciones de los ciberactivistas del consumo. Y es que están surgiendo numerosas empresas dedicadas a la noble actividad de registrar las direcciones de Internet de las multinacionales y llenar las páginas web con información calumniosa, pornográfica o de supuestos consumidores enfadados.

Después, basta con ofrecer sus servicios a la empresa a cambio de borrar de Internet los datos que no interesan al nuevo cliente. Es lo que sucede con dos importantes compañías telefónicas norteamericanas, que tienen sendas páginas en las que se les desprestigia. El autor de estos webs, una agencia de relaciones públicas, lleva la comunicación online de alguna de las competidoras de estas telefónicas y, al parecer, pretende aumentar su cartera de clientes. Más cerca, podría suceder algo parecido con el operador vasco de telecomunicaciones Euskaltel, cuya página internacional está en manos de un guipuzcoano que la utiliza para colocar información de la competencia.

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