Koldo Artola (Domotek): «Gracias a la bioimpresión, próximamente el ser humano podrá vivir 140 años»

Koldo Artola (Azpeitia, 1974) trabajaba como informático cuando conoció, en una feria de makers en Bilbao, las impresoras 3D. Y le cautivaron. Tanto que terminó montando una empresa, Domotek, para ofrecer servicios en este terreno que ha ido derivando hacia la bioimpresión, que permite crear partes del cuerpo humano de manera artificial. Desde su conocimiento, predice que en unos años esta tecnologías nos permitirá vivir 140 años.

  • Cuando conoció las impresoras 3D vio un mundo de posibilidades en ellas. Montó una y empezó a investigar qué opciones tenía de dedicarse profesionalmente a este ámbito. «Las impresoras 3D que vi en la Maker Faire de Bilbao en 2013 me impresionaron. Empecé a devorar el blog de Enrique Dans, a hacer cursos en el centro Don Bosco de Errenteria y a acudir a Hirikilabs en Donostia, donde conocí a otra gente con las mismas inquietudes. Con el tiempo me di cuenta de que podía montar robots y llegué a la conclusión de que podía vivir de esto. Me guié por mi intución personal. Además, mi mujer me ayudó a emprender porque un día me dijo que o se iban las impresoras 3D de casa o se iba ella. He podido profesionalizar mi hobby», explicó.
  • Artola entró en el mundo de la impresión 3D en un momento de explosión, consecuencia de la caducidad de varias patentes ya antiguas. Sus primeros pasos fueron con otros «makers», a los que pensaba venderles impresoras, pero pronto se dio cuenta de que las industrias de Gipuzkoa demandaban sus servicios para fabricar prototipos. «Creé Domotek en 2015 yo solo para desarrollar una impresora capaz de utilizar resina mezclada con componentes metálicos, pero no conseguimos nuestro objetivo final. Así que pronto nos dedicamos a vender servicios de prototipado y en algunos casos también impresoras. Tenemos tres modelos de otras tantas marcas y damos también el servicio técnico asociado», explicó.
  • ¿Cómo capta clientes? Gran parte de los clientes les encuentran buscando en Internet, otros les conocen en eventos y hay otros que vienen por recomendación. «Los que ya les hemos dado muchos servicios terminan comprando una impresora», explicó.
  • Tras estos primeros años de actividad, Artola descubrió las bioimpresoras, que le han hecho virar su negocio sustancialmente hacia el ámbito médico. «Con células madre de un paciente podemos fabricar piel que ayuda en la cicatrización y lo hemos puesto en manos de hospitales y universidades vascos. Las bioimpresoras son lo que más me ha impresionado. Además, te permite sentirte útil para la sociedad», explicó.
  • Artola tiene todo tipo de predicciones para lo que va a venir de la mano de las bioimpresoras. A su juicio, poco a poco van a ser capaces de fabricar órganos humanos, que permitirán alargar la vida del ser humano hasta los 140 años. «La única limitación serán las neuronas», añadió.
  • Domotek se ha centrado en la bioimpresión, con cinco personas dedicadas a esta labor y dos bioimpresoras ya montadas. «Por ahora trabajamos solo para hospitales y laboratorios de investigación españoles pero vamos a contratar un comercial para mercados internacionales», explicó.
  • ¿Qué valor aportan sus bioimpresoras? Al parecer, son las únicas capaces de mezclar nanofibras con geles y filamentos. «En todo el mundo apenas hay entre 10 y 20 empresas en el sector y somos los únicos que a día de hoy podemos juntar materiales. Por el momento no hemos solicitado patentes», explicó.
  • ¿Y qué futuro le espera a la impresión 3D más convencional? A juicio de Artola, la crisis del coronavirus ha servido para resaltar su potencial para fabricar en Europa de manera inmediata. Ellos mismos, han producido isopos para analíticas de covid-19 y han ayudado, junto a otros makers, a montar 5.000 pantallas para personal médico. Así que ve el sector con un futuro muy prometedor. «En Euskadi ya hay empresas como Optimus3D o Mizar que tienen máquinas muy buenas y son capaces de dar servicio a grandes clientes. Tumaker lamentablemente se quedó en el camino porque se adelantó unos cuantos años a la llegada de la fabricación aditiva en el hogar», explicó.

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