José Manuel Odriozola (Wavegarden) «Si hubiésemos sabido lo que iba a costar, no habríamos emprendido»

El ingeniero José Manuel Odriozola (Donostia, 1969) es, junto a Karin Frisch, el alma mater de Wavegarden, una de las startups más interesantes del panorama vasco. Lo es por su actividad, que une máquina herramienta con surf, y también por su proceso de gestación, largo y dificultoso donde los haya. «Si hubiésemos sabido lo que iba a costar, no habríamos emprendido», dice Odriozola ahora que las cosas están empezando a funcionar.

Esto es lo más interesante que nos contó en la entrevista que le hicimos:

  • Wavegarden surge de la iniciativa de la pareja Odriozola y Frisch, que previamente habían creado una empresa de instalaciones deportivas, fundamentalmente pistas de skate. Tras tocar techo en ese ámbito a nivel local, deciden orientarse hacia la tecnología para poder liderar un mercado. «Pensábamos que la mejor instalación deportiva es una playa con olas, así que empezamos a investigar cómo crearla. Los dos éramos aficionados al surf y éramos conscientes de que es uno de los pocos deportes que todavía no disponían de instalaciones hechas por el hombre. Hay que tener en cuenta que el surf está creciendo mucho pero que las olas son un bien escaso que deben compartir todos los que lo practican», explicó.
  • La investigación ha sido todo menos sencilla. Su idea tuvo que concretarse primero en maquetas y después en una primera instalación para hacer pruebas en Aizarnazabal. Entonces había generadores de olas artificiales para piscinas, no orientadas al surf ni sostenibles. Wavegarden quería crear algo completamente disruptivo, que nadie había hecho antes. «Todo era difícil. Las posibilidades de conseguir lo que hemos conseguido eran ínfimas. La perseverancia no estaba justificada. Ni éramos especialistas en dinámica de fluidos ni en piscinas. Solo sabíamos de ingeniería, instalaciones deportivas y surf. Si hubiésemos sabido lo que iba a costar, no habríamos emprendido. Siempre hemos pensado que estábamos más cerca de conseguirlo de lo que realmente estábamos. Sin ese optimismo inocente no habríamos podido seguir», relató, en una ejemplarizante demostración de humildad.
  • A nivel tecnológico, los principales hitos que ha tenido que ir completando Wavegarden tienen que ver con el consumo energético, la fatiga de los materiales de obra, el tratamiento de las aguas, la forma de las olas, el mantenimiento predictivo a distancia o el machine learning para que el sistema aprenda de soluciones anteriores. «Cuando resolvíamos un problema aparecían nuevos. Además, tecnológicamente hemos cambiado mucho el concepto. Al principio movíamos un perfil debajo del agua que generaba siempre la misma ola cada minuto. Ahora empleamos palas que se mueven con un cierto decalaje como si fueran las teclas de un piano y que son capaces de producir mil olas por hora con diferentes tipologías y direcciones. Es algo que ya se utilizaba en centros tecnológicos para estudiar el comportamiento de plataformas offshore y que adaptamos al surf. Pero no podemos dejar de investigar. La evolución es continua», apuntó.
  • El otro reto que ha tenido que abordar Wavegarden es el de la financiación. Semejante proyecto ha requerido la participación de inversores externos, de ayudas públicas y de cierta facturación. Convencer a los primeros business angels solo con una maqueta no fue sencillo, como tampoco lo fue conseguir que los primeros clientes invirtieran también en el proyecto. «La clave para convencer es que nos lo creíamos. Era un proyecto muy ilusionante para todos. El surf es un deporte muy pasional y eso ayuda. Los inversores invertían más con el corazón que con la razón. Esto también nos ha ayudado en selección de personal», explicó.
  • Uno de esos inversores fue Adam Neumann, el fundador de WeWork, startup de alquiler de oficinas y de coworking que acabó como el rosario de la aurora. Odriozola explica que fue este emprendedor quien vino a buscarles y que su participación solo se puede explicar con la óptica del Silicon Valley. «El era consciente de que el surf aumenta el precio del metro cuadrado allí donde se construye. Y WeWork se dedicaba precisamente a generar espacios de trabajo, por lo que veían muy conveniente tener una playa debajo de sus edificios. En nuestro entorno más cercano era más difícil encontrar inversores. A un industrial guipuzcoano le cuentas esto y te mira como a un loco. Sin embargo, en California mucha gente estaba desesperadamente esperando a que el producto estuviera suficientemente desarrollado para entrar en este negocio», explicó.
  • Wavegarden tiene ahora instalaciones operativas en Asia, Europa y América y varias decenas en estudio o construcción en los cinco contenientes. El precio de cada una no baja de doce millones de euros y sus clientes son promotores inmobiliarios, así como centros comerciales u hoteles. Han aparecido competidores, aunque su liderazgo es indiscutible. «Somos rentables desde 2020. Esto tiene buena pinta. Nos estamos planteando también ser no solo proveedores tecnológicos sino también operadores. Acabamos de dar entrada a nuevos inversores en el capital», añadió.

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