Jorge Lana (Minimum.run): «Coincidí con mis socios en un coworking»

Jorge Lana (Zaragoza, 1985) estudió ADE en la Universidad de Navarra y, tras trabajar en marketing para varias multinacionales, decidió probar fortuna en el mundo de las startups. Primero por cuenta ajena y finalmente con la suya propia, Minimum.run, junto a varios socios con los que coincidió en un coworking de Madrid.

Esta es su historia:

  • Lana conoció a sus socios, Danny Saltaren, André Mendes y Salvador Serrano, en un coworking. Ellos habían montado un estudio de diseño de producto y el maño buscaba nuevos retos desde el lado del negocio. «En un coworking hay muchos proyectos distintos y de la interacción se genera mucha conversación muy enriquecedora. Además, son relaciones duraderas porque te ves todos los días. Después de conocernos y ver que sintonizábamos, ellos me pidieron ayuda para el tema de negocio y me ofrecí a ser su consejero. Yo tenía experiencia en hipercrecimiento y empezamos a hablar de diversas cosas que podíamos montar. Muchas de ellas, como un robot de cocina, las descartamos rápidamente y finalmente nos quedamos con el tema del nocode», explicó.
  • Lana y sus socios conocieron el mundo del «nocode» en profundidad a raíz de una charla de Pau García-Milà y Sergio Alvarez Leiva. Se dieron cuenta de que era el complemento ideal para un estudio de diseño de usabilidad y producto y se pusieron en marcha. «Decidimos lanzar algo. Era enero de 2020 y no podíamos imaginar lo que se nos venía encima. Lo llamamos Minimum.run y empezamos a meter desarrolladores en la estructura. Nuestra idea era utilizar herramientas de terceros para, con un poco de programación adicional, crear packs de tecnología que fueran capaces de sustituir a los equipos de desarrollo de las empresas. Creció y hoy ya somos 22 personas. Además de programadores, hemos contratado a gente de definición, de integración y de data tracking», explicó.
  • Para identificar las verdaderas oportunidades, Lana y su equipo han hecho múltiples pruebas de productos mínimos viables. La mayoría no han servido y se han quedado especialmente con uno, Polyflow, basado en una conocida herramienta de nocode, Webflow. «Trabajando con algunos clientes vimos que había un nicho en la internacionalización, porque a día de hoy el producto básico no permite geolocalizar al usuario por ubicación e idioma. Con Polyflow evitas tener que hacerlo a mano. Está en beta y vamos a cobrar por número de idiomas, páginas o palabras. Lo hacemos todo en javascript. Para captar usuarios, creemos que si el producto funciona, los clientes van a venir después. Además, nos apoyamos en comunidades de Slack o Telegram, donde ya hay usuarios de nocode que nos conocen», explicó.
  • Visto el boom del nocode, Lana y sus socios se han animado a crear una academia de este tipo de herramientas. Se llama NocodeHackers y la había creado previamente un emprendedor, Alex Bernardo, al que le compraron la compañía. «Ofrecemos cursos online y vivimos de suscripciones. Nosotros creemos que en el futuro la mayor parte de las webs se van a acabar haciendo con herramientas nocode, tal y como ha sucedido con WordPress. Las ventajas que aporta tienen que ver con la rapidez, la flexibilidad y la simplicidad del mantenimiento. Al emprendedor el nocode le permite centrarse en su producto y no tener que perder el tiempo en la web y en contratar y gestionar un equipo de tecnología», explicó.

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