Fake news: las grandes empresas españolas no pagan menos impuesto de sociedades que las pequeñas
|Andan muchos usuarios de twitter e incluso algunos medios de comunicación revueltos porque una estadística de la Agencia Tributaria indica que las grandes empresas españolas, las que facturan anualmente más de 1.000 millones, apenas pagan en impuesto de sociedades el 7% de sus beneficios. El tipo general es del 25%, por lo que los críticos entienden que estas compañías se están escabullendo de sus deberes fiscales con diversas artimañas. Nada más lejos de la realidad.
Lo que ocurre es fácil de explicar: estas grandes empresas, apenas 285, suelen ser multinacionales con presencia en múltiples países. Eso hace que la matriz, la sociedad registrada en España, reciba dividendos por los beneficios que tienen sus filiales situadas en el extranjero.
Evidentemente, estas subsidiarias ya han pagado impuesto de sociedades en los países en los que operan, por lo que sería injusto que esos resultados positivos fueran tasados dos veces: en origen y al repartirse. De ahí que todos los regímenes fiscales incluyan deducciones de los dividendos de filiales internacionales para evitar una doble imposición.
Un caso extremo muy conocido es el del BBVA. Su matriz española apenas ha registrado beneficios en los últimos años y, sin embargo, su banco mexicano no para de generar resultados positivos. El 65% de sus ganancias provienen del mercado norteamericano. El BBVA paga su correspondiente impuesto de sociedades en México y reparte dividendos para el propietario, la corporación BBVA, que a su vez debe hacer cuentas con la Agencia Tributaria española y la hacienda foral de Bizkaia.
Sería injusto que al hacer esta última declaración tuviera que registrar como beneficio lo que le ha llegado ya tasado desde el país azteca. De hecho, si así fuera, lo que terminaría pasando es que la matriz saldría de España para registrarse en cualquier otro país que tenga un trato más equilibrado para las corporaciones.
De hecho, esto último ocurrió a finales del siglo pasado, cuando las haciendas forales vascas y la navarra crearon una estructura especial para corporaciones que tienen filiales repartidas por varias jurisdicciones. Es la figura conocida como «centros de coordinación, dirección y financieros» y que convirtieron a Euskadi en un paraíso fiscal para estas multinacionales en cuanto solo tenían que pagar impuestos por los gastos generados en territorio vasco, no por los ingresos.
Antes de que fueran anulados por Europa, se supone que se benefició de esta figura Pepsico, que localizó en Euskadi sus cuarteles generales a nivel exclusivamente financiero. La sociedad correspondiente recogía dividendos y flujos de dinero y, pese a registrar beneficios, solo pagaba el 25% de las nóminas y el alquiler de la oficina en territorio foral.
Ya no es así y ahora la práctica totalidad de estos centros de coordinación están en Holanda, Irlanda o Luxemburgo, como ocurre con Befesa. En Bizkaia consta, de hecho, que el sistema no consiguió atraer a ninguna multinacional, porque así lo comunicó la Diputación cuando la Comisión Europea anuló este régimen por entender que era «incompatible con el mercado común».
Los casos de Alvean Sugar, Cormorán de Bilbao (Grupo Roemmers) y Coficab México son posteriores aunque similares en el tipo de sociedad domiciliada en Bizkaia por lo que cabe suponer que siguen existiendo ciertas ventajas para localizar centros de coordinación en Euskadi. La actividad real de estas empresas está en otros lugares del mundo y en territorio foral hay un puñado de empleados que trabajan para el holding y que contabilizan fuertes ingresos.
Una de ellas es Alvean Sugar, filial vizcaína de una multinacional brasileña dedicada al tratamiento y comercialización de azúcar, que abarca la actividad en Europa, Asia, Oriente Medio y América del Norte. La empresa, que figura entre las diez que más facturan en toda Euskadi, trae la materia prima de Asia y América Latina, la almacena en silos, que no necesariamente están en el Superpuerto de Bilbao, y la vende fundamentalmente a países de Oriente Medio.
Su principal actividad consiste en gestionar los riesgos de impago y de evolución de las divisas y de los precios de mercado que supone este tránsito de azúcar. Alvean Sugar contabilizó en 2022 un total de 38 trabajadores, aunque solo una decena de ellos estaban en Bilbao, que facturaban cada uno más de 100 millones al año.
Pero sí que paga impuesto de sociedades. En 2022 abonó 10,6 millones, el 13,6% de sus beneficios, en línea con lo que había ocurrido el ejercicio anterior. ¿Cómo es posible que pague solo el 13,6% si el tipo general en Bizkaia es del 24%? Aquí entra la figura de la «conciliación del tipo impositivo efectivo», el truco que aparentemente explica que estas sociedades estén en Euskadi.
Como gran parte de su actividad se realiza a través de Suiza y allí los impuestos son más bajos, a Alvean Sugar se le permite pagar en Bizkaia como si estuviera en Ginebra. Se beneficia de que tiene en el país helvético una oficina, «un establecimiento permanente», y que allí los impuestos son inferiores.
Distinto es el caso de las multinacionales que centralizaron en Euskadi sus filiales españolas. Esto solo se permitió en aquellos casos en que el 25% de la actividad de la compañía se produjera ya en Euskadi, como fue el caso temporalmente de Coopers&Lybrand (hoy PwC) o Chase Manhattan Bank. Para estos la gran ventaja es fundamentalmente un tipo inferior y mayores deducciones por I+D.
Las haciendas forales no ganan demasiado en impuestos, puesto que por su tamaño, estas sociedades tienen que repartir después la carga tributaria entre la agencia tributaria española y la vasca en función de la facturación en cada zona. Pero a las administraciones de Euskadi aparentemente les interesa que esas empresas traígan su sede porque eso suele tener como contrapartida la contratación de cierto personal administrativo.