Avance imparable de AirBnb en Bilbao

Mientras arrecia la polémica de la turistofobia en Barcelona y, en menor medida, también en Madrid, de pronto nos damos cuenta del vertiginoso aumento que durante los últimos meses han experimentado en Bilbao los alojamientos turísticos ofrecidos por particulares a través de AirBnb. El suceso coincide con las noticias relativas a la agitación política contra el Turismo en Donostia por iniciativa de grupos radicales, y pone de manifiesto las mismas contradicciones y conflictos económicos de fondo suscitados por la economía colaborativa.

Al igual que el mundo del taxi, por la irrupción de Uber, el sector hotelero se ve incapaz de hacer frente a una competencia surgida desde la nada, o mejor dicho desde todas partes a través de la red. En una dinámica similar, AirBnb deja al aire el exceso regulatorio que ahoga a la economía. Mientras un particular puede habilitar su casa como alojamiento turístico en cuestión de pocos días, los hoteles tienen que hacer frente a no menos de 300 normativas y reglamentos. La rigidez de los sistemas informáticos centralizados de gestión de compañías y reservas hoteleras también es un poderoso hándicap frente al carácter ubicuo, anárquico y desestructurado de la red. La raíz del conflicto, además de social y económico, es tecnológica: bases de datos relacionales -con diseños de hace 30 años- frente al Big Data en su incontenible potencia de análisis de mercados y acción, y su capacidad para responder en tiempo real ante las variaciones del mercado y los deseos del cliente.

Pero por debajo de todo esto hay más: las secuelas de una crisis que ha dejado España llena de parados de larga duración, segundas viviendas no utilizadas y una crisis de confianza en cuanto al liderazgo de las instituciones y la capacidad tractora de las empresas. Quien tiene una o dos casas en una zona céntrica y todavía está pagando las hipotecas, ¿cómo podría resistirse a la tentación de sacarles un rendimiento esporádico? Y el que tiene más de 45 años y se ve constantemente rechazado por los departamentos de Recursos Humanos de las empresas, ¿por qué no habría de probar reinventándose en el sector informal de la hostelería? Y de aquí en adelante, lo que venga. Porque el futuro ya está aquí. La innovación no se detiene ni conoce fronteras. Bienvenidos al siglo XXI.

A todo esto, ¿qué van a hacer las cadenas hoteleras? ¿Qué harán la administración, la clase política, los medios al servicio del Establishment? Todo parece indicar que nos encontramos en los comienzos de un procesode enorme interés para el futuro de la economía local.

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