¿Y si liberalizamos el taxi?

No me gustan los sectores económicos cerrados a la competencia por decreto, como es el caso de los autobuses y del taxi. Inflan los precios y enriquecen a unos pocos, sean empresas como Alsa y Pesa o autónomos que se revenden licencias entre sí. Por la misma razón también me disgusta el sistema de VTC en el que se van a basar los Uber o Cabify para operar, más pronto que tarde, en Euskadi con unas 400 autorizaciones ahora pendientes de juicio ante el bloqueo foral. Por ello propongo una liberalización total.


La apertura completa a la competencia permitiría a cualquier ciudadano poner en marcha un servicio de taxi o autobús para poder llevar pasajeros de un sitio a otro. La única limitación sería su capacidad de ser rentable, como ocurre en cualquier otro negocio que no está sujeto a cuotas mafiosas. El único recurso escaso, constreñido por el espacio público, serían las paradas, donde efectivamente sí debería establecerse un sistema de subasta para ver quién puja más alto.

¿Qué hacemos con las actuales 2.121 licencias de taxi? Expropiarlas. Pagando su precio justo, claro está. El coste, unos 180 millones de euros, lo pagaremos todos pero lo recuperaremos rápidamente en forma de menores tarifas y mejor servicio por el uso del transporte público. Con los autobuses ni tan siquiera hace falta pagar, ya que la mayor parte de las líneas han caducado hace muchos años.

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