¿Y qué gana (o pierde) Jainaga con la Operación Talgo?

Cuando escribí sobre quién ganaba y perdía con la Operación Talgo, varios lectores me preguntaron por José Antonio Jainaga, el propietario de Sidenor que lidera la compra del 29% del fabricante de trenes. ¿Qué gana? No está muy claro si gana o pierde, les repliqué. Veamos.


Jainaga no se plantea esta operación como la oportunidad de su vida. Está aquí porque se lo han pedido, tanto el Gobierno Vasco como el de España, más por intereses marketinianos suyos que por otra cosa. Y un hombre de palabra como él no puede salirse de un plan si posteriormente, cuando su equipo financiero hizo la due dilligence, se da cuenta de que es muy probable que no sea un buen negocio.

Es cierto que le han compensado lo que va a poner por otros lados. Pero un empresario de raza como él no se mete en un negocio político. Es verdad también que le han ofrecido cierto prestigio, en forma de premios y de artículos de prensa en los que aparece como una especie de superman rescatador de empresas. Y a sus 71 años es probable que esto le seduzca más que el dinero.

Pero Jainaga es discreto a la par que humilde. No necesita que le aplaudan para hacer las cosas bien. En Talgo vio una posibilidad de sacar adelante una compañía que, sin él u otro como él, iba a terminar engullida y troceada en manos de un gigante ferroviario extranjero interesado más en ganar contratos públicos en España que en darle mucho uso a sus fábricas y supuestas tecnologías.

Luego profundizó más y se asustó. La caja estaba vacía porque Trilantic y sus secuaces se han llevado todo lo que han podido. Por si fuera poco, sus fábricas no van al ritmo que debieran, probablemente por una mala planificación que un ingeniero como él podría resolver, y, lo que es peor, hay dudas bien fundadas de que sus productos sean de calidad.

Es lógico que se haya asustado y haya exigido un mayor compromiso a las dos administraciones que le han pedido entrar en esta aventura: la de Vitoria-Gasteiz y la de Madrid. Y lo ha conseguido. Al menos a nivel financiero. El problema es que la involucración institucional es de paja. No hay más que ver lo que ha sucedido con el ministro Oscar Puente este fin de semana.

La misma persona que se fue a verlo a Basauri para terminar de convencerle de que entrara en Talgo ahora va y dice que los trenes de Talgo no funcionan y que se va, como si de una misión especial se tratase, a Munich a convencer a Siemens de que le venda los suyos. ¿Este es tu socio? ¿Un ministro que un día te pide un favor y al día siguiente te lo devuelve en forma de la peor publicidad que se puede hacer del que él quería que fuera tu producto?

Conviene advertir que todavía no está claro que el problema que están teniendo los trenes Avlo que hacían la ruta Madrid-Barcelona, los de la serie 106, sea responsabilidad de Talgo. Hay sospechas de que el fallo proviene de la vía, que no se ha mantenido correctamente, lo que habría fracturado los bogies (las piezas que unen las ruedas a los ejes) del ferrocarril.

Al ministro evidentemente le conviene más que el problema esté en los trenes que en los railes, porque estos últimos sí son cosa suya, de Adif. El Gobierno Vasco, por su parte, calla porque consciente de su gran error, no sabe dónde meterse y porque el consejero Mikel Jauregi lleva de vacaciones (sin tuitear) desde julio. Y mientras tanto, Jainaga, que se ve a sí mismo en medio de un circo, está a punto de tirar la toalla: tiene unos socios de pacotilla y el riesgo de que le estén vendiendo estampitas a precio de alta tecnología.

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