Y cuando el vivero se queda sin emprendedores…

La moda del emprendimiento tiene muchas ventajas para los que nos dedicamos a esta labor, que de la noche a la mañana tenemos casi todos los apoyos imaginables. Pero también tiene aspectos negativos, como que crea largas listas de personas que dependen de estas inversiones, con lo que a veces el fin llega a justificar casi todos los medios. Es lo que ha pasado en Haro, cuyo Ayuntamiento puso en marcha un vivero de startups que dos años después está vacío. No hay emprendedores… pero sí hay agentes públicos y hasta una coach cuya función es que los haya.


Y eso que era el proyecto estrella de la alcaldesa, que probablemente no sabe de emprendimiento más que lo que le han dicho en algún curso del partido. Como promover la creación de startups se ha convertido en una prioridad política, candidatos de uno y otro partido llenan sus programas de todo tipo de supuestos estímulos e infraestructuras, generalmente bienintencionados pero generalmente exagerados.

El emprendedor cada día necesita menos espacio físico y más conexiones. Las administraciones se empeñan en crear incubadoras, viveros y otras memeces, que en realidad lo único que permiten es que los más espabilados se ahorren el coste del alquiler. Hay algo claro que deberían empezar a asumir: nadie deja de emprender por no poder pagar una oficina donde hacerlo.

Lo que sí puede motivarle a lanzarse y, sobre todo, a seguir peleando es lo que hoy se denomina ecosistema. Es decir, la red de apoyos, proveedores, financiadores, asesores y, sobre todo, otros emprendedores que exista en su entorno. El verdadero papel de las administraciones debe ser conseguir que sus territorios tengan ecosistemas ricos en aquellos ámbitos en los que realmente tienen potencial.

Si sumamos a todo esto el hecho de que el vivero de Haro tenía «horario de oficina», que a nadie le extrañe un pelo que se haya quedado vacío. Otro gallo habría cantado si el proyecto hubiera consistido en generar en esta localidad el mejor ecosistema para startups dedicadas al vino. ¡Menos viveros y más redes!

Por cierto, esta situación no es exclusiva de Haro. En la localidad vizcaína de Orduña también tienen una incubadora de empresas que costó la friolera de 4,3 millones de euros hace ya cinco años y que solo tiene un inquilino.

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