Tras trece meses de espera para poder opar al Sabadell, el presidente del BBVA está agotado

Este lunes he tenido la oportunidad de escuchar cómo Carlos Torres, presidente del BBVA, respondía a 23 preguntas sobre la OPA que su banco lanzó hace 13 meses sobre el Sabadell. Y mi sensación es que está agotado, decepcionado y a punto de tirar la toalla a nada que le pongan un solo obstáculo más en el camino.
Es comprensible. Las OPAs son procesos que deben seguir una serie de normas que buscan evitar que se dañe al libre mercado, generalmente mediante la unión de dos líderes para reducir la competencia y así imponer precios superiores al consumidor. No es el caso porque se trata de dos bancos complementarios por su actividad y de tamaños muy distintos: el BBVA es entre tres y seis veces más grande dependiendo de lo que se compare.
Sin embargo, esta OPA se ha encontrado con todo tipo de obstáculos, fundamentalmente políticos pero también de organismos que deberían haber actuado, cuando menos, con mayor rapidez. Sin ir más lejos, la CNMC ha necesitado redactar 11.000 folios tras atender las alegaciones de 77 entidades y estudiar el tema en dos fases, algo «inédito» en palabras de Torres. Y la operación ha recibido el visado de otros 26 reguladores.
Su veredicto debería haber sido suficiente, pero el Gobierno de España todavía se ha reservado la posibilidad de imponer medidas adicionales, «para salvaguardar el interés general», que se conocerán hoy mismo. Que un ejecutivo pueda restringir una operación privada, lo que se conoce como «libertad de empresa», es algo cuando menos sorprendente, probablemente ilegal y que solo puede obedecer a presiones políticas, al margen por tanto de cualquier criterio económico y empresarial.
¿Pero por qué está costando tanto llegar al punto en el que son los accionistas los que finalmente deciden si quieren vender a un posible comprador o no? Por una mezcla de mal momento, algo totalmente achacable a Torres, y de una irracional obsesión por el mando de Josep Olíu, el presidente del Sabadell.
La operación se planteó antes de las elecciones catalanas y en una legislatura en el que un frágil gobierno central necesitaba el constante apoyo de partidos nacionalistas. Peor momento no podría haberse elegido teniendo en cuenta que en frente se encontraba una persona que, aunque no tiene más del 0,14% del capital del Sabadell, lo sigue considerando un patrimonio familiar en el que nadie debe entrometerse.
Como me dice un amigo de Barcelona, el empresario catalán de toda la vida prefiere una tienda en Gràcia, en la que controla el día a día, a un 20% de El Corte Inglés. Contra esa cultura es difícil luchar, especialmente si el enemigo está dispuesto a utilizar su origen para buscar aliados políticos capaces de convertir una mera operación empresarial en una cuestión se soberanía nacional.
Basta recordar la habilidad con la que el Sabadell se hizo con el Banco Guipuzcoano, incluso con promesas incumplidas de que se mantendría esta última marca. Y aquí sí que tuvo que «convencer» a políticos vascos porque el principal accionista de la entidad adquirida era BBK (hoy Kutxabank), que tenía el 15% del capital, que vendió voluntariamente y con conocimiento de la deslocalización que se iba a producir.
Torres asegura que la «prima», lo que pagarán de más a los accionistas que quieran vender a BBVA sus acciones del Sabadell, es «muy relevante» porque alcanza el 30% sobre la cotización que tenían los dos bancos hace trece meses. Pero con el paso del tiempo esta diferencia ha ido perdiendo puntos en favor de la entidad catalana, por lo que, incluso si se salvan todos los obstáculos regulatorios y políticos, el riesgo de que la operación no salga adelante es alto.

Es lógico por todo ello que, después de trece meses, Torres esté psicológicamente agotado y probablemente dispuesto a pasar página y centrarse en otros negocios mucho más atractivos, como la expansión internacional del BBVA vía el lanzamiento de bancos digitales. Empezó en Italia y ultima el lanzamiento en Alemania, al que seguirán probablemente Reino Unido (con o sin TSB) y Francia.
Torres asegura que el BBVA es la entidad financiera que más está creciendo entre las 15 mayores de Europa. Ha captado 11,5 millones de clientes en el último año sin fusión alguna, lo que de alguna manera le marca el camino a seguir. Es evidente que a Torres se le da mejor gestionar una plataforma digital de servicios financieros que una operación de fusión en la que las relaciones humanas son lo más importante. Y se está dando cuenta.
