Neguri denuncia a Francisco González

Aunque es breve en su relato de hechos, tiene mucha trascendencia la denuncia contra Francisco González por parte de Luis del Rivero, ex presidente de Sacyr, y José Domingo Ampuero, ex vicepresidente de BBVA y representante de las acciones de las familias de Neguri, que aseguraban tener el 4,2% del capital en el año 2004. Por una parte, por lo revolucionario que supone que los herederos de los fundadores se rebelen contra quien gestionó su empresa y, por otra, porque da credibilidad a unos hechos absolutamente deleznables y dignos de una película de espías que no dudo que alguien esté ya preparando para su emisión en Netflix.


Los hechos son simples pero contundentes:
– En 2002 Francisco González se hace con el máximo poder del BBVA utilizando información que Emilio Ybarra, entonces copresidente, le había transmitido inocentemente: que los antiguos consejeros del BBV gestionaban dinero en paraísos fiscales a espaldas de los accionistas. El propio Ybarra y el entonces consejero delegado, Pedro Luis Uriarte, acaban en los tribunales, aunque terminarían siendo absueltos. No hay que olvidar que Francisco González había llegado hasta ahí circunstancialmente: le colocó el Gobierno de Aznar en la banca pública Argentaria. Era informático de profesión, se había dedicado a dar pelotazos financieros y no tenía experiencia en el sector.

– Una vez en el poder, Francisco González pone en marcha una operación para romper toda relación del BBVA con Euskadi. Fulmina a todo el consejo de administración de origen vasco, aunque nombra a Román Knörr y a Susana Rodríguez Vidarte. Mantendrá también a José Ignacio Goirigolzarri como gestor, hasta que éste se rebelaría ante la imposibilidad de crecer profesionalmente bajo el tapón de González. Para callarle, le indemniza con casi 60 millones de euros. Poco a poco se llevará también de Bilbao a Madrid todos los departamentos que todavía operaban desde allí. Finalmente, desharía la tradición industrial del banco, que fue durante un siglo el gran financiador de las empresas gestadas desde Bizkaia. Como colofón final, vendería y quitaría el logo de la que fue su sede, su torre de Bilbao; una auténtica humillación.

– En 2004, ya con Zapatero en el Gobierno, su responsable económico, Miguel Sebastián, pergeña una operación para quitar a Francisco González del BBVA, que no hay que olvidar que entonces también era el máximo accionista de Iberdrola (5%), Repsol (5%) y Telefónica (cerca del 10%). Para ello era necesario actuar en dos frentes: controlar un paquete de acciones significativo (cerca del 10%) y recopilar información «delicada» sobre Francisco González. El primero lo afronta de la mano de Luis del Rivero, entonces presidente de Sacyr, y del representante de las familias de Neguri, José Domingo Ampuero. El segundo lo gestionaría a través de la información, que supuestamente tenía la auditoría Deloitte y que estaba en vía judicial, sobre una operación irregular que González había realizado supuestamente en el marco de una venta de un broker (FG Valores) a Merrill Lynch.

– Para combatir esta operación semi-gubernamental, Francisco González contrataría a un espía, el ex comisario José Manuel Villarejo, y le encargaría recopilar el máximo de información posible sobre lo que estaba sucediendo, filtrarla en algunos casos a medios de comunicación amigos y finalmente destruir la que pudiera ser comprometedora para sus intereses. Es lo que se denominaría «Operación Trampa». Por todo ello, Villarejo cobraría 5,5 millones de euros a lo largo de varios años. Hay que matizar que Francisco González ha negado cualquier relación con Villarejo. Una de las acciones más sonadas que presuntamente habría realizado el ex comisario es el incendio de la Torre Windsor, donde estaba almacenada en manos de Deloitte la información comprometedora para el entonces presidente del BBVA.

– Ya en 2018, cumplidos los 75 años, Francisco González se ve obligado a dejar la presidencia del BBVA. El periodista Xabier Aja hace por esas fechas un balance descomunal sobre la (pésima) gestión de este ejecutivo al frente del banco: el banco valía 44.222 millones de euros en 2001 y lo deja en 30.945 millones, mientras que el Santander, al que entonces trataba de tú a tú, había pasado de 43.835 millones a 64.053 millones. En el ámbito internacional sus únicas aportaciones, en concreto en Turquía y China, habían generado pérdidas. En EE.UU., donde también ha expandido su presencia, sigue siendo un banco de tercera fila. Su único legado positivo es una supuesta digitalización que tiene más pinta de humo que de algo realmente interesante a largo plazo. Esto último lo afirmo como experto en la materia.

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