Los dos retos de la consejera Tapia: anclar empresas tractoras y mejorar los rankings de innovación

La buena imagen de la consejera de Industria, Arantxa Tapia, está relacionada con su firmeza y con los éxitos logrados en el campo de la Industria 4.0, su gran apuesta de legislatura. Pero hay dos capítulos pendientes en su campo de acción: la falta de músculo financiero para anclar empresas tractoras y el descenso relativo en los rankings europeos de regiones innovadoras. Y no lo tiene fácil.

Se trata de problemas estructurales de la economía vasca de muy difícil solución desde la esfera pública, aunque el primer paso es un buen diagnóstico. Veamos lo que ocurre en el campo de la retención de empresas tractoras, en el que existen grandes carencias desde hace años puestas ahora de manifiesto por el cambio de manos de Euskaltel:

  • Bilbao ha sido durante casi siglo y medio un centro financiero de primer orden en el que se financiaban las principales promociones industriales y urbanísticas del Estado. Cabe recordar, como simple ejemplo, que el metro de Madrid y las grandes urbanizaciones de la capital tuvieron detrás al Banco de Vizcaya. Esto se ha perdido, especialmente a raíz de la disolución del fondo de BBVA e Iberdrola (IBV), en el que se gestaron grandes éxitos como Gamesa, Vedior o Azertia (Indra). De lo que ocurre con Kutxabank ya hemos hablado ampliamente.
  • Hay varias grandes empresas tractoras, como Iberdrola, ITP, Gamesa o Euskaltel, que de la noche a la mañana pueden desaparecer de Euskadi. Gestamp ya se ha llevado a Madrid sus grandes órganos de decisión y Petronor aguantará lo que dure Imaz en la dirección general de Repsol. Las grandes empresas que pertenecen a multinacionales, como Mercedes, ArcelorMittal, Pepsico, Unilever o Coca-Cola, se limitan a fabricar en Euskadi y se irán el día que encuentren un punto más barato/eficiente en el que producir.
  • El Gobierno Vasco tiene una capacidad financiera muy limitada que por el momento solo ha permitido comprar el 1,24% de CAF, una firma tractora de primerísimo nivel. Sumado a la participación que tiene Kutxabank y los trabajadores, se garantiza su permanencia en Gipuzkoa. Por si fuera poco, la compra de acciones de firmas privadas por parte del Gobierno Vasco se ha topado en el pasado con sonoros fracasos: Fagor o Vicrila acabaron en quiebra.
  • Hay varias compañías importantes que tienen sede en Euskadi por razones históricas pero que aquí no traccionan nada. Ni tan siquiera la compra de un boli. Los casos más sonoros son los del BBVA y Másmóvil. Pero quizás alguien debería ocuparse de su posible recuperación mediante incentivos especiales para que este tipo de compañías trasladen actividad a Euskadi.
  • Cada día hay menos empresarios en Euskadi dispuestos a mantenerse al frente de negocios de alto nivel. Los hermanos Sendagorta, que están detrás de Sener, ITP o Petronor, han fallecido y han sido sustituidos por buenos gestores que ya no son emprendedores. Una educación incapaz de incentivar la iniciativa personal, la excesiva promoción del funcionariado, el sindicalismo exacerbado y el terrorismo han machacado la generación de nuevos creadores de empresa. Pese al enorme apoyo público que reciben los emprendedores en Euskadi, habría que cambiar la situación desde la raíz y eso lleva mucho tiempo.
  • Tenemos la gran suerte de tener dos grupos empresariales muy fuertes de tipo cooperativo, Irizar y Mondragon, que difícilmente van a perder su relación con Euskadi. Hay que cuidarlos y también deben marcar un camino, un tanto único y por tanto falto de referencias internacionales, que pasa por la participación colectiva en el capital y en la responsabilidad de la gestión.

Con la innovación suceden cosas muy parecidas, aunque hasta ahora nos hemos hecho trampas al solitario comparándonos solo con los ratios estatales:

  • No se innova porque no se emprende. Son dos fenómenos que van paralelos. Nos falta talento emprendedor e innovador y eso requiere un cambio cultural muy profundo. Se supone que esto lo iba a hacer Innobasque, pero es obvio que ha fracasado hasta el momento.
  • No se innova porque es más sencillo hacer lo que nos mandan desde la matriz. La estructura empresarial vasca se ha internacionalizado para bien y para mal. Las grandes multinacionales que controlan hoy las principales compañías se limitan a fabricar en Euskadi y solo les interesa innovar en la medida en que eso permita reducir costes. Es evidente que con esto no es suficiente.
  • No se innova porque hay otras prioridades. La gran crisis nos obligó a centrarnos en el negocio y a olvidarnos de todo lo que pudiera molestar. Se recortó en innovación porque no era prioritario. Seguimos pagando las consecuencias.
  • No se innova porque vivimos en una economía demasiado subsidiada. Hasta la innovación nos exige un sinfín de procedimientos burocráticos que se centran más en las formas que en el fondo. El modelo vasco de I+D se ha basado excesivamente en la ayuda pública y muy poco en el resultado tecnológico. Se crean proyectos para recibir subvenciones y no para innovar. Prohibimos startups como Uber al mismo tiempo que nos lamentamos de que nadie cree algo similar en Euskadi. ¡Es demencial!
  • No se innova porque nuestra sociedad está poco internacionalizada y son los profesionales foráneos los que habitualmente más activos se muestran a la hora de crear nuevos productos y servicios. Madrid y Barcelona, las dos zonas que generan más startups, atraen personas con alta formación de todo el mundo. Al menos, la atracción de talento internacional se ha convertido en una prioridad para nuestras autoridades y ahora mismo hay un sinfín de iniciativas que van en este sentido.
  • Hemos perdido a grandes tractores de la innovación, en la medida en que apoyaban proyectos privados. El más relevante es, una vez más, IBV, que no hay que olvidar que llegó a figurar en las estadísticas europeas como uno de los principales agentes innovadores.

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