Inventos vascos

El pasado mes de mayo el profesor bilbaíno Daniel de Burgos se alzaba con la medalla de oro en el SAlón Internacional de Invenciones de Ginebra con un aparato para hacer gimnasia que unifica quince máquinas distintas. Su invento, que los jueces bautizaron como «la navaja suiza del deporte», es el resultado de varios años de trabajo silencioso de este graduado en ciencias de la actividad física y del deporte. Y una buena ocasión para hablar de otros vascos que han cambiado el mundo con su ingenio.

  • El tendedero cubre ropa. La santurtziarra María Teresa Pinero compatibilizaba sus labores domésticas con el trabajo por lo que, en un clima tan húmedo como el vizcaíno, el secado de la ropa se había convertido en uno de sus retos diarios. Es ella la que buscó una solución a su problema y puso en marcha Tendederos Marta, una empresa de Ortuella que lleva el nombre de su última hija. Su hijo Carmelo Merino es curiosamente el promotor de Producha, una firma que se ha especializado en convertir bañeras en duchas.
  • La grapadora. En el siglo XVIII el rey francés Luis XVII pidió ayuda, supuestamente a un vasco, para organizar sus documentos, de donde surgiría algo parecido a un sistema de cosido de hojas. En 1935, la empresa eibarresa El Casco, hasta entonces centrada en las armas, diseñaría un modelo de grapadora muy precisa y potente, hasta el punto de que todavía hoy es una de las más utilizadas.
  • El sacacorchos búho con brazos. Otro invento eibarrés. En este caso de la empresa BOJ, siglas de los apellidos de sus tres socios fundadores, Manuel Barrenechea, Bernardo Olañeta y Vicente Juaristi. Empezó fabricando pequeñas piezas de metal para ropa y en 1932 diseñó un modelo de sacacorchos con brazos que revolucionó el sector. De hecho, Boj exporta el 95% de su producción y su invento es probablemente el más copiado de todos los hechos en Euskadi.
  • La xistera de cesta punta. Es un invento del pelotari de Errenteria Melchor Guruceaga, que tenía la muñeca fracturada y no podía utilizar las cestas convencionales. La xistera le exigía un menor esfuerzo físico y terminó convirtiéndose en una nueva especialidad.
  • El daguerrotipo, antecesor de las cámaras de fotos. Es obra de Louis-Jacques-Mandé Daguerre, francés de origen vasco que inventó primero el diorama y después el primer sistema de fotografía de la historia. Daguerre colaboró con el físico Niepce para revelar fotos rápidamente con ayuda de vapor de mercurio y sales de plata yodadas. Eso sí, el objeto a fotografiar debía estar inmóvil durante media hora. En compensación por su descubrimiento, recibió una pensión vitalicia del Gobierno francés.
  • El telekino, primer mando a distancia de la historia. Este aparato de radio-dirección fue inventado en 1903 por Leonardo Torres Quevedo, un ingeniero cántabro que pasó gran parte de su vida en Bilbao, cuya escuela de ingenieros lleva de hecho su nombre. Torres Quevedo es probablemente más conocido por los teleféricos que puso en marcha, primero en su tierra en 1887 y después en el donostiarra Monte Igueldo y sobre las cataratas del Niágara. Los dos últimos todavía están operativos.
  • Las olas de Wavegarden. Esta startup guipuzcoana, fundada por el ingeniero José Manuel Odriozola, ha diseñado un ingenio capaz de producir olas artificiales para los surfistas. Consciente de que este deporte era uno de los pocos que aún no disponían de instalaciones hechas por el hombre, empezó a desarrollar una máquina que fuera capaz de empujar el agua para generar ondulaciones que se puedan surfear. El proceso ha sido tan largo y accidentado, también financieramente, que el concepto final no tiene nada que ver con el inicial.
  • El tren articulado ligero. Terminada la guerra civil, el ingeniero vasco Alejandro Goicoechea consigue que su mecenas, José Luis de Oriol, ponga el dinero necesario para hacer realidad su proyecto: un tren más estable ideal para las líneas ferroviarias españolas, plagadas de accidentes orográficos. Así nace en 1942 Patentes Talgo, siglas de «Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol». Entre sus invenciones figuran la rodadura desplazable, que permitía adaptar los trenes ibéricos al ancho europeo, o la pendulación.
  • La gula del norte. El gerente de Angulas Aguinaga, Alvaro Azpeitia, era consciente de que la materia prima de la empresa se estaba agotando. Así que se puso a pensar cómo encontrar un sucedáneo y lo encontró en Japón, donde un laboratorio desarrolló un producto muy similar basado en el surimi.
  • El futbolín. El inventor formal es el poeta gallego Alejandro Campos, también conocido como Alejandro Finisterre. Pero el verdadero autor, en 1952, es el carpintero vasco Javier Altuna, que lo hizo realidad. Lamentablemente, apenas hay datos sobre él.

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