Federico Mendieta (Cleverwind): «El mundo del emprendimiento te va atrapando y terminas arriesgando más de lo que esperabas»

Federico Mendieta (Bilbao, 1955) es arquitecto y su inquietud le ha llevado a crear una empresa, Cleverwind, que diseña un molino de viento urbano. Tras varios años con el empeño, reconoce sentirse ahora entregado al proyecto y estar arriesgando mucho más de lo inicialmente previsto.

Esta es su historia:

  • Mendieta se ganaba bien la vida con la arquitectura, que le ha llevado a diseñar varios edificios de viviendas. En sus habituales viajes a Barcelona se cansó de ver molinos de viento y de reflexionar sobre cómo podría trasladarlos a un ámbito más urbano. «El problema que plantean estos ingenios en las ciudades es fundamentalmente estético, así que el reto era esconderlos. Los arquitectos somos buenos creando la realidad, lo que me llevó a diseñar un molino que se pliega cuando no sopla el viento. Para que funcionara conté con dos ingenieros, Pedro Gumuzio y Eric Machuron, que también se han involucrado como socios. Sacamos una patente y elaboramos un prototipo», explicó.
  • La innovación aportada por Cleverwind a la energía eólica es el pliegue del generador cuando no sopla el viento y se puede esconder. Esto lo hace especialmente indicado para cubiertas de edificios planos. «El prototipo que hemos desarrollado genera 15 Kwh y podría llegar a 100 Kwh en el caso de un parque industrial. Además de la estética, la ventaja del pliegue es que se reduce su peligrosidad cuando los vientos son fuertes. Al recogerse, no hay riesgo de que las alas caigan. Hemos conseguido que baje 2,5 metros y es muy competitivo en zonas donde hay viento, como Zaragoza o cualquier localidad costera. Estaría especialmente indicado para edificios de nueva construcción», explicó.
  • Al margen de la tecnología, Mendieta se ha encontrado con múltiples dificultades financieras. Ha buscado dinero por doquier y ahora está muy ilusionado con las posibilidades que plantea una convocatoria del ente público Puertos del Estado. «Necesitamos casi medio millón de euros para hacer el desarrollo del prototipo fabricable y certificarlo en una instalación que queremos hacer en Soria. Hay que medir el ruido, las vibraciones, la estabilidad y otros parámetros. Después calculamos que el aparato se podría vender por 30.000 euros y sería rentable para cada comprador tras cinco años. Le estoy dedicando gran parte de mi tiempo a este proyecto y casi estoy a dedicación completa. El mundo del emprendimiento te va atrapando y terminas arriesgando más de lo que esperabas», explicó.

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