Emprendedores por necesidad

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Imagen procedente de: www.telegraph.co.uk

La juventud de este país se enfrenta a un triple desafío que está haciendo que su experiencia inicial de la vida sea muy similar a la que tuvieron sus abuelos allá por los años 40, aunque sin los rigores del pan negro ni la obligación de ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar. Para empezar, no tiene dinero. Tampoco un modo fácil de encontrar un trabajo que le permita ganar dinero. Y finalmente, los activos que algún día heredará de sus ancestros (pisos, propiedades rústicas, fondos de inversión) han perdido valor por culpa de la crisis financiera y el ladrillazo.

El bagaje formativo, aunque no malo, tampoco es el más adecuado para hacer frente a las circunstancias. La enseñanza pública y las mejores ikastolas de Euskadi, como la legendaria Lauro, te preparan para trabajar en una Caja de Ahorros y ser un excelente funcionario de la Diputación Foral, pero no para desplegar tu iniciativa propia ni defenderte en la calle. En este aspecto un gitano está mejor pertrechado que tú o tus hijos.

A no ser que uno prefiera quedarse en casa sin hacer nada (la opción más popular) o esperar a que un partido de radicales como Podemos o Bildu produzca en la sociedad un cambio disruptivo (la segunda opción más popular), el primer paso consistiría en moverse. No se trata de montar algo a ciegas, ni de decidir ahora mismo cuál va a ser el negocio de tu vida. Se trata simplemente de moverse, de explorar alternativas. Durante las últimas semanas ha llamado a la puerta de mi oficina gente que ofrecía los más variados servicios, incluyendo el transporte urgente de todo tipo de cosas de un lado a otro de la ciudad en tiempo record. Una valiente forma de reinventar el mozo de los recados de toda la vida.

Los jóvenes emprendedores tienen una ventaja a su favor, y no es precisamente el apoyo de la universidad, con todas esas jornadas sobre startups y economía del conocimiento que organiza, ni las ayudas de la administración. Curiosamente, su mejor aliada es la misma que, corroyendo el entramado económico tradicional y llevando a la ruina a numerosas empresas, le ha impedido encontrar un trabajo normal, de los de ocho a cinco y pausa para comer. Esta amiga es la revolución digital, y le proporciona software de gestión, herramientas de edición publicitaria, plataformas móviles para coordinar equipos de respuesta rápida sobre el terreno, redes sociales, sistemas de geolocalización y un acceso ilimitado a Internet. Y todo ello a precio de saldo.

Más adelante vendrá el primer proyecto empresarial serio, con una experiencia adquirida, unas habilidades profesionales bien entrenadas, un conocimiento del mercado, un plan de negocio y… todavía sin un céntimo en el bolsillo. Porque los bancos seguirán prestando sus paraguas cuando hace bueno y quitándolos cuando empieza a llover. Y sobre tu cabeza, de momento, no se ven más que nubarrones y un pronóstico de granizo con piedras grandes como ciruelas.

Tampoco hay que desesperar por esto. En el mundo hay mucho dinero a la espera de ideas en las que invertir de un modo no convencional. Esta actividad, desempeñada por exóticos especialistas financieros a los que llaman General Partners, Limited Partners, Business Angels y otros términos rarillos en inglés, está revolucionando la inversión empresarial en todo el mundo. En el futuro, la industria no estará financiada por los métodos tradicionales: IPOs, ampliaciones de capital, bonos de empresa o préstamos bancarios, sino por el capital riesgo. Gobiernos y administraciones públicas -como por ejemplo las vascas- apoyan este proceso por una razón de conveniencia: la cantidad de puestos de trabajo que genera es tres o cuatro veces mayor que con los métodos de financiación tradicional.

Aunque de momento no tenga una gran visibilidad en los medios, este fenómeno está ya en marcha en todo el mundo, sobre todo en Estados Unidos y las economías asiáticas. Europa se rezaga debido a que aquí la estabilidad social y el bienestar tienen prioridad sobre la dinamización de la economía. Pero en algún momento habrá que ponerse las pilas también. El emprendimiento no es una opción. Es una necesidad. Y bastante seria, con cierto elemento trágico. Hay que ser realistas: las perspectivas de éxito no están garantizadas ni cubiertas por ninguna póliza de seguro. Más del 90 por ciento de los emprendedores fracasarán en sus proyectos. Pero no importa, porque el 10 por ciento restante cambiará el mundo, y de ese cambio nos beneficiaremos todos.

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