Elena Fernández (Dog Vivant): «Pese a que hemos tenido que cerrar, sigo creyendo que emprender ha sido una experiencia única»

Elena Fernández (Bilbao, 1984) estudió Publicidad en la Universidad de Navarra y trabajó muchos años como responsable de cuentas y planificación digital en la agencia Ros. En 2016 decide dar un vuelco a su carrera profesional y, junto a su compañera de trabajo Ana Fernández, pone en marcha Dog Vivant, una startup de certificación de establecimientos que admiten mascotas. El proyecto ha salido mal, pero Fernández considera que «ha sido una experiencia única».

Esto es lo más interesante que nos contó en la entrevista que le hicimos:

  • Las dos socias de Dog Vivant compartían una enorme inquietud por los negocios digitales y un amor por los perros y decidieron emprender en este campo. Su modelo de negocio derivaba de una carencia que habían encontrado en el mercado de las agencias de reserva de hoteles y restaurantes: la información sobre la admisión de mascotas no siempre se corresponde con la realidad. «Hay plataformas como Booking que tienen un filtro de perros, pero lo cierto es que luego tienes que volver a confirmarlo. A veces no se podía entrar en un sitio con animales o solo a ciertas horas. Así que al planificar un viaje siempre vas sin perro para no arriesgarte. Y eso que estamos hablando de un segmento, el de las familias con mascotas, mucho más potente de lo que la gente piensa. Lo que hicimos fue crear una certificación de negocios dog-friendly para dar garantías al usuario», explicó.
  • Una vez dibujada la idea, las dos socias se pusieron a investigar y a contrastarla con expertos, sin abandonar su trabajo por cuenta ajena. Su primer proyecto consistía en cobrar al viajero por acceder a esta guía, pero después se dieron cuenta de que el que tenía que pagar eran los hoteles y restaurantes. «Tuvimos un feedback positivo. En fines de semana y por las tardes fuimos analizando cosas como el volumen de mercado o la competencia. Hasta que un buen día vi claro que o me metía por completo o nunca lo haría, así que me lancé y constituimos la empresa. Todo el mundo me apoyó mucho, probablemente porque siempre he sido una persona responsable. Estaba muy emocionada por lo que venía, así que no tuve miedo», explicó.
  • El primer paso de las dos emprendedoras consistió en crear una guía de papel de 100 «sitios perrunos» de Bizkaia. Fueron en persona a cada uno de ellos y les ofrecieron formar parte de esta selección, que después se entregaría en diversos lugares. «Cobramos 70 euros a cada restaurante y 120 a cada hotel que se comprometían a mantener unos estándares respecto a la admisión de mascotas. Curiosamente, empezamos un negocio digital desde el papel, pero para nosotros era un test para comprobar si la idea podía funcionar en una ciudad», explicó.
  • Una vez comprobado el modelo en Bizkaia, lo extendieron de la misma manera al resto de Euskadi y finalmente al conjunto de España. Este último paso fue mucho más delicado, ya que exigió contratar varias «certificadoras», profesionales digitales con un perfil comercial, para hacer llamadas e incluso visitar algunos establecimientos. Además, empezaron a hacer publicidad en Google y crearon una comunidad en Facebook. «Muchos hoteles y restaurantes valoraban más el post de Facebook en el que les mencionábamos que la certificación en sí misma. Generábamos mucho engagement en cada contenido que publicábamos en redes sociales, probablemente porque son comunidades muy comprometidas», explicó.
  • La extensión del modelo de certificación al conjunto del Estado exigió una inversión importante, por lo que las dos socias recurrieron a capital externo. Primero entraron en la primera convocatoria de la aceleradora Metxa y después captaron a Rubén Iglesias (Conteneo) y a Seed Capital Bizkaia. Pero no todo iba bien: aunque el modelo parecía funcionar, requería un soporte comercial muy alto que impedía la completa automatización de todos los procesos. «Los negocios de hostelería, nuestros principales clientes, están muy poco digitalizados. Así que nos tuvimos que poner a buscar nuevas vías de ingresos tipo consultoría por encargo. Entre otras cosas, creamos un estándar de certificación de turismo con perro e hicimos diagnósticos de la situación en varios destinos», explicó.
  • ¿Qué falló? Obviamente, la pandemia ha paralizado todo el sector turístico. Aunque Dog Vivant trató de reinventar su modelo una vez más, la falta de pulmón financiero hacía imposible la mera supervivencia. «Veía la recuperación a muy largo plazo, así que después de varios meses decidimos que no tenía sentido seguir. Pese a esto, sigo creyendo que ha sido una experiencia única que me ha enseñado muchísimo. La gente cada vez es más consciente de que, aunque no te salga, has dado un paso tan importante que es un éxito solo por intentarlo. De hecho, al buscar trabajo por cuenta ajena, he tenido varias ofertas y esta experiencia me ha ayudado. Ahora me dedico a automatizar marketing en las empresas», explicó.
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