¿De dónde salen realmente las pelusas que aparecen dentro de casa?

Aparecen en las esquinas del pasillo, bajo la cama o acumuladas detrás del sofá. Son esas pequeñas bolas grises —las temidas pelusas— que reaparecen incluso en los hogares más limpios. Pero ¿de dónde salen exactamente? La respuesta es menos obvia de lo que parece y combina biología, química doméstica y hábitos cotidianos.


Un cóctel de fibras y vida cotidiana

Las pelusas son, en realidad, una mezcla de materiales que se desprenden de nuestro entorno más inmediato. La mayor parte proviene de:

1. Fibras textiles
Cada vez que nos movemos, nuestros tejidos desprenden microfibras: del jersey, del pantalón, de las mantas, de las toallas… Esas partículas, casi invisibles por separado, se acumulan con el tiempo.

2. Pelo y piel humana (sí, inevitable)
El ser humano pierde al día entre 50 y 100 cabellos, y millones de células cutáneas microscópicas. Al combinarse con las fibras textiles forman la base perfecta para la pelusa doméstica.

3. Pelo de mascotas
En hogares con animales, sus pelos se convierten en un “andamio” que atrapa polvo y fibras, acelerando la formación de pelusas.

4. Polvo del exterior
Partículas que entran por puertas y ventanas —desde restos de polen hasta diminutos fragmentos minerales— se adhieren fácilmente a las fibras textiles.

Por qué aparecen siempre en los mismos sitios

Las pelusas se comportan como pequeños globos aerostáticos: flotan hasta que una corriente de aire las empuja hacia un lugar estable. Suelen acumularse:

  • En rincones donde el aire circula poco.
  • Bajo muebles, donde actúan como auténticos “depósitos de polvo”.
  • En zonas de paso, donde el movimiento de las personas crea turbulencias que las arrastran.

Las corrientes generadas por puertas que se abren y cierran, los sistemas de calefacción o incluso el desplazamiento del propio cuerpo al caminar contribuyen a que estas partículas migren y se agrupen.

Un fenómeno doméstico… con impacto ambiental

Aunque las pelusas parecen un simple residuo doméstico, estudios recientes recuerdan que contienen una proporción notable de microplásticos, derivados sobre todo de prendas sintéticas. La ropa de poliéster, nylon o acrílicos libera microfibras que terminan tanto en las pelusas como en el aire de la vivienda. De hecho, estas partículas pueden ser inhaladas, lo que ha llevado a algunos expertos a pedir más investigación sobre su impacto en la salud.

¿Es posible reducir la formación de pelusas?

No se pueden eliminar por completo —son parte de la vida moderna—, pero sí reducir:

  • Ventilar a diario, para renovar el aire cargado de partículas.
  • Aspirar en zonas escondidas, especialmente bajo camas y sofás.
  • Limpiar con paños de microfibra, que atrapan el polvo en vez de desplazarlo.
  • Lavar la ropa con ciclos suaves, para reducir el desprendimiento de microfibras.
  • Usar deshumidificadores en ambientes muy húmedos, donde el polvo se adhiere con más facilidad.

El polvo de cada día contado en una bola gris

Las pelusas son un “registro” silencioso de nuestra vida doméstica: hablan del tipo de ropa que usamos, del clima, de si tenemos mascotas y de cuán ventilada está la vivienda. Es un residuo humilde, casi invisible… pero científico. La próxima vez que encuentres una pelusa en un rincón, puedes verla como lo que realmente es: un pequeño archivo de la casa que habitamos.

¿Y en el País Vasco? Clima húmedo, tejidos cálidos y viviendas muy aisladas

Aunque no se generan más pelusas por vivir en el País Vasco, las condiciones del entorno sí pueden influir en cómo se acumulan.

  • Mayor humedad ambiental
    El clima atlántico favorece que las partículas de polvo se adhieran más fácilmente a superficies y tejidos. En ambientes húmedos, la pelusa “se pega” antes y forma agregados más compactos.
  • Uso habitual de ropa y textiles gruesos
    En una región donde el frío y la lluvia son frecuentes buena parte del año, es normal utilizar prendas de lana, forros polares, mantas y alfombras. Todos estos elementos liberan más fibras que la ropa ligera de verano.
  • Viviendas bien aisladas
    La arquitectura vasca contemporánea apuesta por un alto aislamiento térmico para mejorar la eficiencia energética. Ese aislamiento reduce la ventilación natural… y, por tanto, facilita que las fibras y el polvo queden atrapados en el interior.

El resultado no es que haya más pelusas que en otras zonas, sino que pueden acumularse con más facilidad si no se ventila con frecuencia.

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