¿Crean empleo las startups?

Se trata de una pregunta importante, con una respuesta que no es fácil de dar. En principio parecería que no. Las startups son empresas de alta tecnología, con plantillas reducidas, que en caso de triunfar -lo cual sucede en un caso de cada diez- pueden suponer considerables ganancias de capital. A simple vista no se aprecia que tengan un impacto positivo en cuanto a la creación de puestos de trabajo. Quizá esta es la razón por la cual aun no existe un compromiso más firme por parte de las administraciones y el público en general hacia eso que llaman «Nueva Economía».

El mecanismo de creación de empleo existe, solo que actúa de un modo difícil de apreciar a simple vista y frecuentemente indirecto, a través de los siguientes cauces:

  • De entrada, sí es cierto que las startups generan nuevos empleos: una estadística del Startup Deutschland Monitor, observatorio creado por la Asociación de Startups de Alemania, sostiene que cada nueva empresa fundada en el sector de las nuevas tecnologías genera 5,7 puestos de trabajo. El mismo dato para nuevas empresas no tecnológicas o de tipo tradicional -franquicias, negocios de autónomos, etc.- es de 0,8. El problema está en que el número de emprendedores tecnológicos es muy bajo en comparación con las empresas de tipo convencional. Si hubiese más startups, fijo que habría más empleo.
  • Las nuevas fundaciones aumentan el consumo: no solamente por la vía de los salarios sino también a través de compras de bienes de equipo, pedidos a otras empresas, compra de ordenadores, viajes y comidas de negocio… Inevitablemente la vida empresarial conduce a cierto optimismo en el gastar. Y si se tiene éxito, ni te cuento: coche nuevo, piso en Bilbao, muebles, ajuar de bodas, etc. El emprendimiento es bueno para la economía. Y todo lo que es bueno sirve para crear nuevos puestos de trabajo.
  • Otra interesante virtud del emprendimiento es su capacidad para poner en entredicho las estructuras económicas y jurídicas existentes: induce cambios en el sistema. Obliga a los empresarios tradicionales a ver las cosas de otro modo, a los legisladores a trabajar, y atrae la atención de la clase política. De todo ello resultan cambios y la necesidad de que alguien los lleve a la práctica. Si alguien te dice que la valla de tu jardín no está bien construida, necesitarás una cuadrilla de albañiles que te ayude a cumplir la normativa municipal.
  • Finalmente la creación de startups supone introducir ideas nuevas en el sistema económico: al hacerlo, obliga a las empresas a ser receptivas al cambio y buscar ellas mismas nuevos esquemas que mejoren su capacidad productiva. En otras palabras, innovación. El gurú empresarial Peter Drucker decía que solo existen dos elementos capaces de generar ingresos: el marketing y la innovación; todo lo demás son gastos. La innovación es lo que lleva a las inversiones y al empleo, tanto en la empresa madura como en la startup.

Poner en marcha esta máquina de creación de puestos de trabajo no es fácil. Para ello se requiere ir bastante más lejos de donde hasta la fecha han llegado poderes públicos, agentes sociales, clase política y mentalidades colectivas. Implicaría considerar al emprendimiento no como una válvula de escape para la cola del paro o como un recurso electoral, sino como algo más consecuente y serio, como un elemento clave en el proceso de transformación de la economía y la sociedad. Sin desafío no hay ganancia. Como no vamos a salir de la crisis a través de las mismas fórmulas que tan buenos resultados daban antes del año 2008, es de suponer que en el futuro habrá un mayor compromiso con la escena del emprendimiento y la creación de startups. Esperemos.

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