Carlos Fernández Isoird (Gogoa): «Vamos a abrir clínicas de rehabilitación de ictus para dar a conocer nuestro producto»

Carlos Fernández Isoird (Durango, 1966), ingeniero por Mondragon Unibertsitatea, tiene una larguísima trayectoria en el mundo de la innovación, que le ha hecho pasar por Fatronik, MIH, Teniker, el MIK de Mondragon o Denokinn. Ahora comanda Gogoa Mobility Robots, una startup que ha desarrollado un exoesqueleto que mejora sustancialmente la rehabilitación de personas que han sufrido un ictus. Ante las dificultades para vender su producto con la pandemia, han decidido abrir sus propias clínicas de rehabilitación.

Esto es lo más interesante que nos contó en la entrevista que le hicimos:

  • Gogoa surge en Urretxu tras detectarse que en la comarca de Urola Garaia era necesario regenerar el tejido empresarial con nuevas startups ligadas a la tercera edad. Acababan de cerrar Sidenor y ArcelorMittal y en la zona existía capacidad de fabricación mecánica y de plásticos, algo fundamental en dispositivos médicos. «Identificamos la tecnología de los exoesqueletos como lo más avanzado en el mundo y en Boston, por casualidad, descubrimos que en el CSIC tenían uno muy desarrollado. Nos pusimos en contacto con ellos y licenciamos la tecnología para poder convertirla en producto. Además de mí, como socios están los ex compañeros de MIK Juantxo Martín, Javi Fínez e Iñigo Urquidi, así como los especialistas en exoesqueletos y rehabilitación Angel Gil y José Luis Pons», explicó.
  • El desarrollo del producto no ha sido sencillo. Ha requerido tres años, especialmente por las exigencias de pruebas y ensayos clínicos que ha supuesto la obtención de una certificación médica, aspecto diferencial en este momento respecto a cualquier otro competidor estatal. Para financiar este desarrollo, Gogoa recurrió a financiación pública, fundamentalmente de la Unión Europea, hasta un total de 4 millones de euros. «Se ha invertido mucho en ensayos clínicos y de compatibilidad electro-magnética, así como en desarrollo de la electrónica y software. Lo que se había hecho en laboratorio requería un proceso de industrialización. No encontrábamos empresas para desarrollar, así que para ciertas cosas tuvimos que recurrir al CSIC y proveedores franceses y alemano-irlandeses», explicó.
  • El resultado es una especie de armadura exterior vestible que permite al paciente movilizar sus piernas y brazos. Se podría haber utilizado para muchas cosas, pero los promotores de Gogoa se decantaron rápidamente por la rehabilitación, especialmente de personas que han padecido un ictus o lesiones medulares parciales. «Este es nuestro producto estrella, aunque hemos hecho otro para rehabilitación de lesiones físicas e incluso para entrenamientos de esquí», explicó.
  • La covid-19 se ha cruzado en su camino en un momento que se antojaba fundamental para consolidar el proyecto. Al no poder entrar en hospitales, las ventas de un producto que cuesta más de 70.000 euros se dificultan sustancialmente, aunque Osakidetza ya está utilizando uno en Gorliz. «Teníamos muchas demos y presentaciones del producto apalabradas, pero todo se ha quedado en el aire. Además, hay que tener en cuenta que la puesta en marcha requiere meses de entrenamiento del personal», explicó.
  • Gogoa tiene abierta ahora mismo una ronda de inversión de 2 millones de euros para poder continuar el desarrollo y, sobre todo, vender el producto y certificarlo en EE.UU., que es el principal mercado. «Algunos fondos quieren invertir y vender rápido con fuertes plusvalías, pero nuestro negocio se parece más al de la máquina herramienta, en el que vas creciendo poco a poco y tienes que dar mucha formación al cliente. A nuestro favor hay que decir que BME nos ha seleccionado como empresa de entorno premercado. Eso sí, si no conseguimos dinero, creceremos más despacio y nos adelantarán», explicó.
  • Como la maquinaria tiene que seguir en marcha hasta que entre más dinero, los responsables de Gogoa ya se han planteado un nuevo negocio: la gestión de clínicas de rehabilitación. De hecho, ya venía gestionando una en Urretxu para probar sus dispositivos. A principios de año tiene previsto abrir una en Bilbao y después ampliarla con otras en las principales ciudades del Estado e incluso del sur de Francia. «Hay que tener en cuenta que 130.000 personas sufren un ictus en España al año y un tercio de ellas son susceptibles de rehabilitación, aunque no se les está tratando con exoesqueletos. Sin ir más lejos, en Japón este tipo de tratamientos está muy extendido porque los prescriben las autoridades sanitarias y hay 1.000 exoesqueletos», explicó.

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