Caja Navarra, quién te ha visto y quién te ve

Año 2006. Caja Navarra, más conocida como la CAN, empieza a cambiar el aspecto de todas sus oficinas, que pasan a denominarse «canchas», y se acerca a las asociaciones locales y a los blogueros ofreciéndoles espacios para sus encuentros y eventos. Paralelamente, la entidad foral lanza una ambiciosa expansión en Euskadi y otros lugares, que le lleva a doblar el número de oficinas entre 2007 y 2008 y ofrece dinero barato a los emprendedores. ¿Qué pasó con todo aquello?


Yo sigo pensando que la política, impulsada por el presidente Enrique Goñi, era buena y que, en un entorno expansivo, habría triunfado. Y es que Internet fuerza a las entidades financieras a renovarse (o morir), tal y como ya lo está haciendo sobre otros sectores, como el de los medios de comunicación o la música. Venden productos digitales y eso se comercializa mucho mejor por Internet.

Goñi impulsó una auténtica revolución interna y, sobre todo, externa. Las oficinas parecían cafeterías, el personal sonreía, se fomentaba la participación del cliente, que podía elegir cómo se repartían los beneficios destinados a obra social, y al emprendedor le ponían todas las facilidades del mundo. Yo mismo abrí cuenta para una sociedad recién creada y animé a algún socio a hacer lo propio.

Por entonces, también se dieron a conocer los planes de expansión en EE.UU. con una entidad de nuevo cuño que sería «cívica» y que solo operaría en Internet. Pero todo se vino abajo en muy poco tiempo. En 2009 tuve que cancelar relaciones con ellos ante un evidente incumplimiento del contrato verbal que especificaba que no habría comisiones si se mantenía un determinado saldo. La banca cívica me estaba estafando…

Caja Navarra no tardó ni un año en empezar a apretarse el cinturón. Ahí sí que son culpables los que la dirigían. Si tan claro lo tenían, ¿por qué viraron el barco tan rápido? Si fue una imposición política, ¿por qué Enrique Goñi siguió en su puesto y no dimitió para mostrar su desacuerdo? Si el problema es que no había dinero, ¿por qué fueron tan valientes?

Mucho me temo que a la CAN le ocurrió lo mismo que a otras cajas de ahorros. Una gestión muy agresiva (insisto: parcialmente acertada) pero unos accionistas que solo intervienen cuando hay problemas. Para que una sociedad funcione correctamente, debe existir una clara dicotomía entre capital y gerencia. Los primeros marcan las grandes líneas estratégicas y vigilan que su dinero esté bien invertido. Los segundos gestionan.

En las cajas de ahorros, sin embargo, casi siempre son los segundos los que lo hacen todo, dado que los políticos ni entienden ni se preocupan, pues en el fondo no es su dinero el que está en juego. Y así han ido las cosas en la mayor parte de las entidades. Cierto es que no en todas. Ahí están los casos de BBK o La Caixa para demostrar que también se pueden hacer las cosas bien pese al carácter público de estas cajas.

La mejor prueba de que en la CAN se gestionó mal la ha proporcionado recientemente Lorenzo Riezu, ex director de la entidad entre 1994 y 2001, antes de que Goñi ocupara la presidencia por obra y gracia del ex presidente navarro Miguel Sanz. El informe que ha entregado al Gobierno es muy claro. Según Diario de Navarra, habla de una expansión «excesiva y a destiempo», de prejubilaciones de alto coste, de estructura excesiva y de elevado gasto en obra social. Resultado de todo ello: caída de la solvencia, que pasó del 14% en 2001 al 8% en 2009.

(Actualización 1.04.12) El diputado del PP Santiago Cervera ha publicado un interesantísimo artículo en el que arremete contra los que han controlado políticamente Caja Navarra desde hace años y a los que culpa de la desaparición de la entidad, «malvendida y diluida en Caixabank». «Hasta pocas semanas antes del suspenso (en los tests de estrés de la banca europea), el presidente de la entidad se llamaba Miguel Sanz y la presidenta de la comisión de control se llamaba Yolanda Barcina. Ellos dejaron aquello como lo dejaron, sin paliativos», sentencia.

Y añade: «La politización de Caja Navarra ha sido en los últimos años mayor que nunca en su historia, a cargo de los partidos citados. Recordemos que incluso constituyeron un órgano perfectamente inútil, la Junta de Fundadores, donde ellos y solo ellos disfrutaban del pastoreo financiero, bien retribuidos con unas dietas que jamás se habían pagado en semejantes cantidades. Así se entienden muchas otras cosas: el autismo del consejero de Hacienda de Navarra a la hora de autorizar las operaciones de confluencia con otras entidades, los préstamos que se dieron a empresarios amigos a los que ya nadie quería prestar, o algunas gabelas para el bando socialista de no menor cuantía».

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