Análisis del Plan de Industria Euskadi 2030
He sacado por fin tiempo para analizar el Plan de Industria Euskadi 2030 que ha presentado el Gobierno Vasco. Me ha defraudado, porque esperaba más compromisos y objetivos, especialmente cuantitativos, y porque apenas hay novedades que justifiquen siquiera la redacción de un nuevo planeamiento.
Este es mi análisis:
- La estructuración técnica del plan es correcta. Contiene benchmarks con territorios similares y con otras regiones que han abordado planificaciones de este tipo. Pero le falta profundidad.
- Que Euskadi apuesta por la industria, como garantía de empleo de calidad y de autonomía estratégica, era ya evidente desde hace muchos años. No en vano la consejera Arantxa Tapia empezó su mandato hablando por doquier de «industria 4.0». Pero en ningún lugar del plan se explica por qué era necesario elaborar un nuevo plan ni tampoco se hace una evaluación de los resultados conseguidos por el anterior.
- El plan no concreta nada a nivel financiero. Habla vagamente de 16.000 millones de euros sin especificar de dónde van a salir y a qué van a ir destinados. Tampoco hay mención alguna de la fiscalidad, que suele ser una fórmula muy adecuada para promover la inversión privada.
- El plan fue filtrado por Confebask, que junto con los clústeres son los agentes con los que se ha contrastado antes de su publicación. Por tanto, participación ciudadana cero, especialmente de emprendedores, que son los grandes ignorados por un plan que parece dar a entender que las startups las montan las grandes industrias o los clústeres.
- El documento está plagado de frases de autobombo, como si la Administración lo estuviera haciendo de maravilla y Euskadi fuera «un referente en el sur de Europa» (frase literal extraída del plan). El diagnóstico de la industria se centra en logros y fortalezas y apenas toca debilidades y amenazas. Carece de espíritu crítico. Pone a los clústeres como la octava maravilla «de nuestra estrategia de competitividad», cuando hay muchos de ellos (por ejemplo, Acicae) que se han convertido en un mero autoempleo y hay otros cuya única labor es repartir ayudas a la I+D. No habría estado de más un diagnóstico previo del funcionamiento de los clústeres.
- Contiene profundas incoherencias. Así, recurre a la «estrategia industrial europea» para defender «el fortalecimiento de la autonomía estratégica en sectores críticos como la energía, las telecomunicaciones y la producción avanzada», pero luego obvia que Euskadi se ha quedado fuera de los dos primeros. En generación de electricidad, probablemente nuestro mayor defecto, el plan hace un mero seguidismo y solo recoge un vago objetivo de «550 MW de energía renovable para 2028», que todo el mundo sabe que no se va a cumplir.
- Otra contradicción es el recurso al «arraigo». Se da mucha importancia al control local de empresas industriales pero luego se afirma que Euskadi «necesita posicionarse como un destino de referencia para la inversión industrial extranjera en sectores de alto valor añadido». Queremos inversores de fuera, ¿sí o no?
- El plan carece de novedades. Del negocio de la sostenibilidad y la descarbonización, probablemente los que más páginas protagonizan, ya hace muchos años que se habla. Incentivar la inteligencia artificial y la ciberseguridad tampoco son novedosos y menos aún si se plantean de forma genérica. Como sectores con futuro se incluye al aeroespacial (Aernnova existe desde los años noventa), al biosanitario (presente constantemente en todos los planes de este siglo), a las soluciones digitales avanzadas o a las redes eléctricas inteligentes, de las que ya hablaba Patxi López hace más de diez años. Lo único novedoso es la mención a la cuántica (de pasada, no sea que no funcione), a las tecnologías espaciales y a los combustibles renovables. Sorprende que no se hable en ningún momento de la industria de la defensa. ¿Cobardía o miopía?
- La estrategia de proyectos transformadores (no incrementales) parece buena, aunque solo salvaría algunos de ellos, a falta de que el resto se concreten en algo que no sea humo: la oficina de inteligencia competitiva en Bruselas y el fondo para scale-ups. En economía circular, si por mí fuera y dado que funciona, seguiría fomentando que Tecnun monte spinoffs. Y en lo que a la IA se refiere, eso de crear una AI Factory para tener soberanía es, valga la redundancia, una soberana tontería.
- Hay un objetivo muy genérico de simplificación administrativa y desburocratización para reducir plazos en un 30%. Es algo que todos somos conscientes de que es fundamental y donde la administración realmente tiene la capacidad de cambiar las cosas. Sin embargo, no se menciona ninguna medida concreta.
