Las consecuencias económicas de Trump

Donald Trump
Fuente: Wikipedia

Todavía estoy impactado por la elección de Donald Trump como presidente de EEEU. No voy a hacer un análisis político o social del porqué, sino de sus consecuencias. Aunque es seguro que se producirán retrocesos en muchos temas importantes (salud, medioambiente, derechos civiles, control de armas, etc.) me voy a centrar en la parte económica.

Antes que nada hay que dejar claro que Trump no va a poder hacer muchas de las cosas que dijo. Ya se han visto algunas matizaciones por su parte, pero el componente fundamental es el sistema de «checks and balances» en el gobierno de EEUU. Hay un equilibro de poderes entre el presidente y el Congreso, compuesto por la Cámara de Representantes y el Senado. La mayoría de las leyes de Obama fueron aprobadas en sus dos primeros años, cuando tuvo mayoría en el legislativo. El resto del tiempo ha sido una sucesión de inacabables negociaciones y vetos entre ambos. Como el Partido Republicano tiene el control de los tres órganos (si a Trump se le puede controlar), lo que sí se puede decir es que es la agenda republicana la que tiene vía libre, pero con el factor de moderación de los congresistas, que tienen experiencia, se deben a los intereses de sus electores y no van a permitir barbaridades si quieren ser reelegidos. Por otra parte, Trump necesitará contratar miles de personas para su equipo en la Casa Blanca (cosa que parecía desconocer) y tendrá que tirar de la cantera del partido, gente que sabe de gobierno y legislación.

La visión de Trump es profundamente proteccionista en lo económico: amenaza con imponer altos aranceles a China y México, renegociar o romper acuerdos de comercio ya firmados (NAFTA y TPP) y por firmar (TTIP) con tal de obligar a las empresas estadounidenses a utilizar materiales y mano de obra nacional. Dicha política llevará a que los costes empresariales suban y además probablemente las corporaciones sufran en el exterior las sanciones comerciales a EEUU impuestas por los demás países como respuesta. Usando el ejemplo usado por el propio Trump en su campaña (el iPhone), Apple tendrá que o bien elevar el precio de sus teléfonos o bien recortar sus márgenes. Por mucho que se empeñe el magnate inmobiliario, no se van a volver a producir móviles masivamente en EEUU. Es más probable que se vean beneficiadas las fábricas de competidores en otros países como Samsung en Corea del Sur, Vietnam o India, y eso si Trump no los veta también. Adicionalmente Apple, a la hora de vender sus productos en otros países, puede sufrir aranceles en respuesta al proteccionismo norteamericano. Por otro lado, si vuelven fábricas a EEUU es probable que lo hagan usando más robots que personas, como ya está ocurriendo y señala la compra por parte de Tesla de una ingeniería alemana para robotizar su producción.

El país más damnificado por las políticas de Trump será México. El 80% de sus exportaciones van a EEUU y todo indica que el comercio sufrirá mucho, no sólo por los aranceles. El tema del muro y su coste («México lo pagará», dijo Trump) envenenará las relaciones bilaterales. Respecto al propio muro, hay que decir que ya existe en las zonas urbanas y hay muchos tramos adicionales con una valla, que ahora Trump considera como válida. Además, ya existe un muro natural con desiertos, montañas y ríos donde muere gente al cruzarlos y en los que una pared es absurda. Lo más probable es que haya algunos tramos más de muro y alambrada pero sobre todo se cree un muro virtual a base de triplicar el personal de vigilancia de fronteras e instalar masivamente tecnología con sensores y drones. Por no hablar del muro psicológico de «no sois bienvenidos y os vamos a pillar y echar al instante».

Sobre el coste del muro, obviamente México no va a pagarlo directamente sino que Trump podría contabilizar para ello el importe de los aranceles a las mercancías mexicanas. También el de la «incautación», recargo o impuestos a las remesas que los inmigrantes envían a México. Y por último, también las multas que se impongan a los emigrantes indocumentados sin antecedentes que quieran quedarse en EEUU, en concepto de «impuestos no pagados», «gastos de registro» o similar. Lo que es evidente es que es imposible deportar a 11 millones de inmigrantes. En 2014 hubo una llegada masiva de 89.000 menores no acompañados y el sistema de inmigración se colapsó. Ahora Trump matiza que primeramente se está hablando de que sólo los que tengan antecedentes, pero aun así son un par de millones y no se aleja demasiado de lo que hizo Obama en sus seis primeros años (2,5 millones de deportaciones, 91% con un delito previo). Pero por encima de todo es fundamental tener en cuenta que esos 11 millones de «ilegales» son personas que consumen, trabajan, estudian, pagan alquileres… y muchos estados no pueden permitirse quedarse sin ellos de la noche a la mañana. Es clave el papel que ahí jueguen los congresistas sureños moderando el ímpetu deportador del presidente. Además, si quiere mover al otro lado de la frontera las fábricas maquiladoras que ahora están en México, ¿quiénes van a trabajar ahí si en EEUU hay un 5% de paro? Necesitará mano de obra barata.

Trump también ha prometido un gigantesco programa de infraestructuras, de hasta 500.000 millones de dólares. El problema es que también se ha comprometido a bajar impuestos a personas y empresas a la vez que EEUU tiene una deuda en «niveles españoles» (100% del PIB) y no puede recurrir a más déficit. Por mucho que haya dicho en campaña, ese dinero extra no puede salir todo de dejar de pagar compromisos con la ONU y la OTAN. Se necesitará la financiación privada, ya sea mediante concesiones para construir y gestionar infraestructuras o creando un fondo o banco específico que capte ahorro popular emitiendo bonos. Pero hay una enorme fuente adicional de dinero a la que recurrir: los billones de dólares de empresas norteamericanas (Apple, Google, Facebook, Amazon, etc.) que están en el exterior. Ahora dichas corporaciones no mueven ese dinero a EEUU porque debieran pagar un 35% del equivalente al Impuesto sobre Sociedades. Trump quiere reducirlo al 15% al mismo tiempo que elimina deducciones y exenciones, pero en campaña avanzó que les ofrecería pagar un 10% por repatriar de una tacada ese dineral acumulado. Eso podría suponer 200.000 millones de dólares, casi el actual gasto anual en infraestructuras. La maniobra incluso se «vende» bien desde el punto de vista social: desde el gobierno el mensaje sería «esas obras que veis son gracias a nuestra mano dura con las empresas evasoras», y desde las empresas «repatriamos dinero para reconstruir América». Aunque Silicon Valley está aterrorizado con Trump será mejor llevarse bien con un personaje tan impredecible como él. ¡Ah! Y de nuevo, si deportaran a 11 millones de indocumentados ¿quién iba a construir todas esas infraestructuras?

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