Sobre la inversión del Gobierno Vasco en CAF

Ayer se dio a conocer la decisión del Gobierno Vasco de invertir directamente en el fabricante de trenes CAF a través de la compra del 1,24% de su capital. Es una decisión que rápidamente un sindicato ha calificado de «operación de marketing» pero que tiene una lectura mucho más profunda en cuanto supone un cambio de actitud respecto al no intervencionismo público en las empresas privadas. Veamos.


¿Es la primera vez que el Gobierno Vasco compra acciones de una empresa privada?
Para nada. Lo ha hecho muchas veces en pymes y startups a través de Gestión de Capital Riesgo del País Vasco y en algunas más grandes, como es el caso de la cristalera Vicrila, a través de préstamos. El fondo Ekarpen, donde también están las diputaciones y Kutxabank, invirtió directamente y por tanto erráticamente, en compañías que necesitaban dinero urgentemente, como fueron Fagor, Cegasa o Aeroblade. Más suerte tuvo con Gestamp (sí, algunas de sus filiales en el extranjero están participadas por el Gobierno Vasco) y con Ulma. Hay que recordar finalmente que otro instrumento público, Socade, participó en su día en la ACB (actual ArcelorMittal Sestao), ITP y Kaiku-Iparlat. Sin olvidar tampoco a Naturgas, que fue auspiciada desde el EVE, o a Euskaltel.

La diferencia es que antes no había una estrategia muy clara. Ahora parece que existe una voluntad firme de participar en todas aquellas compañías que resulten estratégicas para el futuro de Euskadi y no solo en aquellas que llamaban a la puerta pidiendo porque estaban a punto de cerrar. De alguna manera, el Gobierno Vasco pretende ir sustituyendo a fondos que han resultado clave para el desarrollo empresarial de Euskadi como fue el caso de IBV, constituido por Iberdrola y BBV y ya liquidado. La propia Kutxabank también ha jugado este papel de alguna manera, aunque como es sabido, se está retirando por exigencias del regulador bancario.

¿Por qué es bueno que el Gobierno Vasco participe en empresas privadas?
La participación pública garantiza que las decisiones se sigan tomando en Euskadi y eso resulta clave para el mantenimiento de su actividad. CAF, por ejemplo, está presente en muchos países del mundo, pero sigue teniendo su principal planta y su I+D en el País Vasco. Además, sus principales proveedores también son de Euskadi. Una excepción es Gestamp, que desplazó su centro de decisión a Madrid hace ya muchos años y que no es fácil entender por qué recibió un espaldarazo público a su expansión internacional.

Además, si la participación se hace en empresas viables, esta inversión pública debería reportar beneficios a medio y largo plazo. Esta es la política que persigue el Gobierno de Noruega, que como es sabido tiene uno de los principales fondos del mundo, con participaciones en algunas de las compañías más relevantes de Euskadi. El país escandinavo invierte los ingresos que le generan el petróleo y el gas natural para que hijos de los actuales habitantes disfruten de los dividendos de este capital.

¿Y puede ser negativo?
El problema del capital público es que no es muy exigente y se duerme más fácilmente en los laureles. Además, suele estar sujeto a criterios cortoplacistas (los de los políticos que ocupan el sillón en cada momento) y más relacionales (léase enchufes) que financieros. Por eso es fundamental que el instrumento de inversión creado por el Gobierno Vasco se rija por principios de empresa privada y esté gestionado por personas competentes que a poder ser no tengan filiación política.

¿Hacen lo mismo otros gobiernos del mundo?
Hay que reconocer que sí. España lo hizo antiguamente a través del INI, aunque su objetivo era más gestionar la participación del Estado en firmas en crisis. En nuestro entorno más cercano, además del caso de Noruega, hay que citar el de varios países del Golfo Pérsico (el Gobierno de Kuwait es el principal accionista de Mercedes Benz y el de Qatar lo es de Iberdrola), el de Alemania (el Gobierno de Baja Sajonia tiene el 12% de Volkswagen), el de Francia (el 20% de Renault y más del 80% de la eléctrica EDF) o el de Singapur (entre otras cosas, controla el 5% de Repsol). Como se ve, estos gobiernos mantienen participaciones estratégicas en compañías de sus países que tienen un importante poder tractor y que resultan relevantes dentro de sus estructuras económicas.

¿Es CAF una buena inversión?
Por muchas razones sí lo es. La primera por el importante nivel de facturación y empleo que genera. Tras el Grupo Mondragon, es la corporación que más ingresa en Gipuzkoa. La segunda por su nivel de I+D y de apoyo a startups, que hacen de CAF una compañía estratégica. Es decir, no es una empresa que simplemente vive de las rentas de inversiones antiguas sino que además nunca deja de pensar en el futuro, sea innovando internamente o buscando a firmas de nueva creación que lo hagan. En tercer lugar, por su importante nivel de subcontratación en Euskadi. En cuarto lugar, porque es muy rentable. Y finalmente, porque al cotizar en Bolsa es fácil fijar su valor, aunque han surgido algunas críticas indicando que el Gobierno Vasco podría haber pagado de más en esta operación, en beneficio de Kutxabank.

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