Respondo a Corres: a las startups no nos da miedo lo desconocido

José Angel CorresDecía José Angel Corres, el presidente de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Bilbao (¡vaya marca!), que los empresarios tienen «miedo» a «lo desconocido», en referencia al resultado de las últimas elecciones. Me habría encantado estar frente a él para explicarle que ese comentario puede representar a los responsables de compañías con larga trayectoria y amplios beneficios, a las que les va muy bien con el status quo, pero no a las startups, a las que nos encantan precisamente los cambios y convulsiones que nos permiten rascar clientes en mercados hasta ahora monopolizados por los actores de toda la vida.


¿Es cobarde el dinero? No desde luego el de los emprendedores del siglo XXI, que montamos empresas en un escenario lleno de incógnitas en forma de nuevas fuentes de energía, tecnologías de fabricación avanzada o redes de telecomunicaciones que van poco a poco alterando todas las industrias que tocan.

A las startups nos encanta intentar crear riqueza e innovar en medio de esta especie de caos, porque sabemos que solo así podemos hacer algo que tenga un impacto positivo en el mundo. Aunque somos conscientes de que lo más probable es que fracasemos, los emprendedores necesitamos de la disrupción para trabajar con comodidad. El cambio es un ingrediente necesario para que nuestras startups triunfen.

Evidentemente, sería mucho más fácil hacer dinero comprando y vendiendo activos convencionales y corriendo poco riesgo en sectores que ya están muy trillados. Es más fácil mantener al ralentí o incluso en carretera una compañía ya consolidada que arrancar desde cero una startup cuyo volante no se sabe siquiera hacia qué dirección debe girarse.

La revolución es mucho más romántica porque abre nuevos horizontes. Insisto: los emprendedores queremos cambiar el mundo, no simplemente ganar más dinero. ¿Necesitamos estabilidad? No es algo que nos preocupe excesivamente. Lo que no nos deja dormir (y crecer) es que los mercados en los que tratamos de innovar estén repletos de compañías de toda la vida que, aplicando relaciones, leyes obsoletas y otros criterios anti-meritocráticos, nos ponen todas las trabas posibles con colaboración política.

Nuestro dinero no es cobarde. Todo lo contrario. Le encanta el riesgo, porque es consciente de que, solo en los escenarios de máxima incertidumbre, puede una startup, armada de agilidad y dinamismo, vencer a los goliaths de la economía tradicional. Los emprendedores del siglo XXI no buscamos simplemente el crecer por crecer sino crear mercados más eficientes y probablemente más humanos.

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