Mi experiencia como guía voluntario de Open House Bilbao

Este fin de semana se ha celebrado la primera edición de Open House Bilbao, un evento que pretende dar a conocer 47 edificaciones con interés arquitectónico de Bilbao. Y como he ejercido de guía voluntario, tengo ahora una perspectiva bastante completa (y crítica) de lo que ahora algunos seguramente van a calificar como gran éxito.


Mis reflexiones son generales (también visité algunos edificios por mi cuenta) y otras particulares de mi labor como guía en el estadio de San Mamés. Empecemos por las generales:
– La selección de edificios creo que ha rozado la perfección. Solo he echado de menos las sedes del BBVA (la torre, la histórica de la Plaza Nicolás y la de la Gran Vía) y las oficinas de la Diputación de Bizkaia (el palacio foral y la sede de Promoción Económica, por ejemplo).

– El interés es evidente. Hasta el punto de recomendar no limitarlo a Bilbao y ampliarlo a toda Bizkaia.

– Había guías buenos y malos, como es lógico si son voluntarios, especialmente si la preparación previa es deficitaria, como voy a explicar en el caso de San Mamés.

– El material que se repartió, incluyendo mapa y listado de edificios, me pareció bastante apropiado. También la idea de la cartilla para rellenar con los sellos de cada visita. Eso sí, el segundo día el material se había agotado en los edificios más significativos.

– Las colas en todos los edificios demuestran que hay una demanda insatisfecha para este tipo de visitas y que la organización no estaba preparada. Un sistema de reserva previa, por ejemplo, habría sido mucho más lógico que las largas filas que se formaban en las calles, de hasta 3 horas.

– La improvisación ha sido la tónica habitual del evento. Ya me empezó todo a oler a chamusquina cuando, como voluntario inscrito hace meses, no me comunicaron nada hasta dos semanas antes y de una manera un tanto precipitada. Luego me he encontrado con personas a las que habían convocado el día anterior y, en general, una desorganización manifiesta. Todo un tanto amateur, salvo los emails, que sí hay que reconocer que estaban bien trabajados, y la dedicación (esta vez remunerada) de los coordinadores de edificio.

– El espíritu colaborativo que debe presidir un evento que recurre a voluntarios ha brillado por su ausencia. Se ha repartido a los voluntarios, mediante grupos de whatsapp (esto sí es un acierto), en función de su edificio, sin dejarles participar en el conjunto. No me explico por qué no se nos ha consultado nada. Yo mismo tenía mil ideas tanto para la web como para las visitas y, sobre todo, para la difusión. Cuando menos, me habría gustado poder tener alguna relación con el edificio que me tocó enseñar.

– La difusión del evento ha sido pésima. Hice una encuesta entre mis conocidos y ninguno había oído hablar de Open House Bilbao el día anterior. Solo la presencia en las calles y las propias colas fueron los reclamos para que la gente se apuntara.

– Puedo entender que se tire de voluntarios (más sobre esto en la siguiente parte) pero no puedo comprender que personas que no cobran nada tengan que soportar costes de transporte para acudir a «su trabajo» y no se les facilite ni un tentempié durante una jornada de 5 horas seguidas sin parar.

– El tema lingüístico creo que merecía mayor atención. Cuando pregunté cómo lo íbamos a cuidar, me dijeron que solo se harían recorridos en euskera si el guía conocía ese idioma. Y luego están los guiris. A mí me tocaron unos cuantos y tuve que hacerles un aparte para explicarles cuatro cosas en inglés. Cada idioma debería haber tenido su turno.

– Por alguna razón, los organizadores estaban más interesados en las cifras de visitantes que en la calidad de los recorridos. Esto explica por qué no se hacían encuestas de valoración a los participantes.

Y ahora algunas reflexiones sobre la visita del estadio de San Mamés:
– Cuando fuimos los guías al edificio unos días antes, supuestamente para que nos aclararan lo que teníamos que contar, descubrimos que ningún organizador había hablado previamente con el Athletic Club para organizar las visitas. Esto explica por qué el recorrido no incluía ni vestuarios ni tribunas y solo permitía entrar a una grada, hacerse una foto y salir. Es lógico, por ello, que muchos visitantes estuvieran enfadados tras horas de espera para entrar.

– La organización nos facilitó una guía de la visita (de un folio) que después el Athletic Club se encargó de corregir. Era un documento un tanto soso al que le faltaban anécdotas y la mayor parte de las preguntas del público (el futuro polideportivo interior o la historia de la cubierta, por ejemplo). Yo me encargué posteriormente de fabricar mi propio guión, que traté de trasladar a los visitantes.

– Yo me apunté como guía para pasar una mañana más o menos divertida y lo cierto es que ha sido un trabajo tremendamente estresante. Iban a ser grupos de 20 visitantes (algo más o menos manejable) y lo fueron aumentando hasta 50 al mismo tiempo, con lo que resultaba incontrolable. Al margen de que se empezaron a incrementar los turnos, como si de una fábrica se tratara, y dejó de ser agradable estar allí.

– El estrés que padecieron los organizadores durante el evento, por su falta de previsión, se acabó trasladando, de manera absolutamente injusta, sobre los guías y el resto de voluntarios, que hacían lo que podían sobre el terreno. Dejé de divertirme rápidamente. Me han hablado incluso del arquitecto de la renovación del Mercado de La Ribera, al que una persona de la organización, probablemente sin saber con quién hablaba, trató de presionar para que acelerara las visitas de manera completamente despiadada.

– Me llamó la atención la cantidad de gente de fuera de Bilbao, fundamentalmente turistas, que se apuntó a la visita. Está claro que hay un enorme interés por el Athletic Club que no tengo muy claro si está realmente siendo satisfecho por el museo de la entidad.

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