Hay vida después de Fagor

Fagor Arrasate S. Coop. Fabrica de Mondragon
Fagor Arrasate S. Coop. Fabrica de Mondragon (Photo credit: Wikipedia)

La noticia de la suspensión de pagos y casi seguro cierre de Fagor ha sacudido Euskadi. Casi lo compararía con lo que supondría en Bilbao el descenso del Athletic a Segunda División. Yo, sin embargo, soy profundamente optimista. Fundamentalmente, porque el cierre de una empresa que no tiene una sólida base económica supone una oportunidad de creación de nuevas compañías. Creo firmemente en la destrucción creativa de Schumpeter.


Y es que efectivamente, Fagor ha tenido cuatro años de vida extra:
– Tenía 2.000 trabajadores en España, los mismos que en Polonia, pese a que la diferencia salarial entre uno y otro país era escandalosa. Cualquier empresa bien gestionada habría decidido cerrar sus fábricas en un país para trasladar la producción a otro más barato. Y eso que un cooperativista es, a priori, más rentable en cuanto no hace falta pagarle el 35% de su sueldo que va a la Seguridad Social. Hay que recordar, además, que casi el 80% de la facturación provenía de fuera de España, incluyendo las famosas ollas del atentado de Boston.

– Tenía una deuda de 1.074 millones de euros, una cifra desorbitada. Bancos y cajas, proveedores, el propio Grupo Mondragón, los particulares que compraron aportaciones (150 millones) y hasta el Gobierno Vasco y las diputaciones (a través de Ekarpen) figuran entre los perjudicados. Va a ser difícil que recuperen nada.

– Había dejado de hacer marketing, algo que resulta fundamental si se quiere permanecer en un mercado tan marquista. La demanda caía por la crisis pero también porque Fagor iba perdiendo cuota frente a otros competidores.

– La mayor parte de los obreros vascos (y franceses) de Fagor se dedicaban a montar piezas, un trabajo de escaso valor añadido que se puede hacer en cualquier lugar del mundo. Había otros que sí estaban innovando (con importantes subvenciones, por cierto) en producto y es ésta la parte que lamentablemente se va a ver más afectada por el cierre del grupo completo. Una buena gestión habría llevado a separar esta parte en otra compañía que pudiera ser rentable con electrodomésticos innovadores.

– En el propio Grupo Mondragón había cierto malestar porque muchos trabajadores de Fagor seguían cobrando más que los de otras cooperativas. Eran los niños bonitos. Hasta el extremo de que la corporación ha decidido finalmente dejar de meter la mano en el bolsillo.

Pero lo importante es, como decía, pensar en las oportunidades que se abren a partir de ahora. Los trabajadores de Fagor que tenían verdadero know-how pueden plantearse comprar la marca y montar algo por su cuenta. Esto se ha hecho anteriormente con firmas tan «clásicas» como Orbegozo o Solac. La lección impartida por este «fracaso» también es muy terapéutica para todo el mundo:

– Los trabajadores de otras cooperativas (y sociedades limitadas) que no vayan bien se apretarán el cinturón y mostrarán mayor disposición para despedir a algunos compañeros con el fin de salvar la empresa que les da de comer. Muchos serán conscientes por primera vez de que la seguridad laboral es un bien cada día más escaso y verán su trabajo con otros ojos más responsables.

– Las administraciones se plantearán reformar la legislación de las sociedades cooperativas para facilitar los despidos de socios con el fin de salvar el barco. Espero también que piensen más en crear nuevas empresas y menos en sostener artificialmente a las que ya existen y tienen modelos caducos.

– Las entidades financieras públicas y privadas facilitarán el crédito a startups que tienen mucho más futuro que firmas consolidadas como Fagor. Estando la banca cerrada para todo el mundo, me parece una indecencia que BBVA y Kutxabank prestaran a principios de año varios millones de euros a esta cooperativa, pese a que todo el mundo sabía que tenía un elevado riesgo de insolvencia.

Fagor ha tenido su momento. Ahora se debe abrir una nueva etapa de emprendimiento, que perfectamente puede ser cooperativo, en nuevos sectores que satisfagan nuevas necesidades. Si todo el mundo tiene lavadoras y lavaplatos en casa, el futuro puede perfectamente pasar por diseñar los mejores aparatos electrónicos para el ocio. O por gestionar la mejor red de reparaciones. Hay mil cosas por inventar y por hacer. ¡Pongámonos a trabajar y dejémonos de milongas!

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