El no tan impecable discurso de Uber

He esperado a que se publicara el vídeo de la presentación de Uber en la European Ecommerce Conference celebrada en Bilbao para que cualquiera pueda ver lo que fue una fantástica venta de producto. La ponencia de Niall Wass, vicepresidente para Europa, Oriente Medio, África y la región del Pacífico asiático, fue digna de una empresa valorada en 41.000 millones de dólares,  incluso por encima de la propia Twitter o, en términos más cercanos, más que Repsol y la Caixa.

El discurso es impecable en principio: la gente pide una nueva forma de movilidad, crea 50.000 puestos de trabajo al mes en la economía local, es ecológico porque quita coches de la carretera e incluso baja el crimen (no se paga en metálico). Hasta se ofrece a los gobiernos para acomodar la regulación a los nuevos tiempos.

Pero en mi opinión Uber no encaja realmente en la economía colaborativa. Si el coche fuera a estar parado (como el carsharing) o realizando ese mismo viaje (como BlaBlaCar u otras formas de carpooling) sí que lo sería, pero en este caso son personas que hacen de taxistas haciendo un servicio que no se produciría si no hubiera un encargo de alguien. La clave la da la propia Uber cuando habla de que crea «50.000 empleos al mes». No estamos hablando de aprovechar mejor los bienes o el tiempo, sino de una actividad económica («un pequeño negocio» en palabras de Wass) que puede ser a tiempo completo.

Otro argumento que no le «compro» es el de los coches que no están en la calle. Es cierto que no está el tuyo, pero sí el del conductor de Uber que espera llamadas. Lo que sí habrá es menos coches aparcados y buscando aparcamiento, lo que no es una cantidad despreciable de espacio, tiempo y contaminación. Pero es ilógico plantear que cada viaje de Uber es un coche menos en la calle: en vez de 10 coches a lo largo del día habrá un coche haciendo 10 viajes con Uber. Otra cosa muy distinta es UberPool, el servicio de viajes compartidos en el cual el conductor va recogiendo y dejando pasajeros con rutas similares. UberPool ya funciona en San Francisco y París y ha sido lanzado hace poco en Nueva York.

Un detalle de su ponencia es que su secretismo respecto a cifras roza lo ridículo, como la diapositiva que decía que «miles de conductores han realizado decenas de miles de viajes». Dijo que en España estaba creciendo más rápido que en otras ciudades europeas como Londres y París, pero no dio más datos que unos múltiplos. Tampoco quiso hablar con los periodistas.

El momento más chocante fue cuando, tras poner como ejemplo a la Generalitat como gobierno que quiere acercarse y regular la economía colaborativa, se enteró en el turno de preguntas de que sus coches serían inmovilizados en Barcelona, lo cual le desconcertó y le hizo exclamar «me desanima el conservadurismo de la sociedad» . Uber acumula 28 multas de 4.000 euros sólo en Barcelona (junto a otras tantas de igual importe para sus conductores) y medio centenar más recurridas. Todo esto antes de la suspensión de sus actividades en España por parte de un juez, primero y por la propia compañía (sólo después del bloqueo por parte de operadoras de telefonía).

Pero su intervención, a la vez que impecable, fue implacable con sus críticos, a los que dejaba sin argumentos si no querían ser considerados como antiguos, contaminantes y defensores de rancios privilegios. Por supuesto en no hubo ni una mención, ni siquiera para desmentirlas, a la larga lista de acusaciones y polémicas sobre Uber.

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